Los datos del paro en el mes de septiembre en Balears reflejan una realidad más que preocupante. El espectacular aumento pone de manifiesto que la crisis financiera internacional ya ha golpeado con fuerza a la economía real, la que nos afecta a todos, más allá de los movimientos bursátiles y bancarios. Y ésa es ya una realidad incontestable que deja un rastro dramático: más de dos millones y medio de parados en toda España y casi cincuenta mil en las Islas. Cifras que dan que pensar y que deberían conducir a una reacción enérgica e inmediata por parte de las autoridades competentes.
Curiosamente, el sector de la construcción, el más vulnerable, no ha registrado un aumento del desempleo el mes pasado en nuestra Comunitat, sino que el grueso procede del sector servicios. Lo que hace prever que con la paulatina culminación de las obras de construcción que actualmente se encuentran en marcha, el número de parados en este segmento irá aumentando.
Aparece así un nuevo paisaje económico que cristaliza una crisis generalizada que algunos expertos vaticinan «larga y dolorosa». No son tiempos para la demagogia, para la propaganda electoral o el partidismo. Éste es un problema de Estado y, aunque el origen del problema esté lejos, hay que poner los andamios aquí para que el daño no sea aún mayor. Gobierno y oposición, junto con los agentes sociales y organismos competentes, deben ponerse manos a la obra para cambiar el rumbo económico de un país que ya ha demostrado la enorme fragilidad de su tejido industrial. Crecer desaforadamente a base de traer en masa mano de obra poco cualificada de otros países ha sido un error. Se veía venir, pero pocos podían resistirse a los enormes beneficios que el ladrillo iba dejando tras de sí.
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