La Comisión Europea ha decidido al fin prestar atención a las millones de madres europeas que hacen malabarismos diarios "valiéndose además de la ayuda no remunerada de abuelas, vecinas, amigas" para compatibilizar su vida familiar con la laboral. Se han dado cuenta de que los países que más protegen a las madres son los que sostienen una tasa de natalidad más saludable, mientras que los sureños "España, Grecia e Italia" apenas cuidan a las madres y éstas deciden tener pocos o ningún hijo.
No hay razones humanitarias, cívicas o de salud para estudiar cómo mejorar la vida de las mujeres que deciden tener descendencia. Qué va. En cuestiones de grandes cifras lo que manda es la economía y las autoridades europeas temen que en apenas veinte años la producción de la Unión Europea caiga en picado por la desigual incorporación femenina al mercado de trabajo.
Estiman que no se puede esperar a que la UE revitalice su economía para madurar una serie de medidas que consisten en tres ejes básicos: baja maternal de 18 semanas mínimo; remuneración completa; e imposibilidad de despido mientras la madre esté recuperándose.
No son grandes cosas, pero aun así los empresarios ya han puesto el grito en el cielo, porque el coste recaerá sobre sus hombros.
Está claro que las mujeres prefieren, mayoritariamente, tener hijos. Y que esta tarea es difícil a día de hoy si se pretende mantener una carrera profesional sin cortapisas. Pero una baja maternal un poco más larga "en España gozamos de 16 semanas" no garantizará que la vida de una madre trabajadora sea menos agitada. Las ayudas del Estado a la maternidad seguirán siendo fundamentales y así el coste no será únicamente para la empresa.
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