George Bush ha reconocido, en una entrevista concedida a la cadena de televisión norteamericana CNN, que algunos de sus comentarios sobre la lucha contra el terrorismo fueron un error. En concreto, el presidente de EEUU se refiere a su intervención a bordo del portaaviones Abraham Lincoln bajo una pancarta con el lema «Misión cumplida» aludiendo a Irak o cuando, en otra ocasión, se refirió a la captura «vivo o muerto» del jefe de la organización Al Qaeda, Osama Bin Laden.
No es común que los dirigentes políticos reconozcan su falta de tino en las intervenciones públicas, gesto que en el caso de Bush se explica por su relevo en el cargo en apenas dos meses tras la victoria del candidato demócrata, Barack Obama, en las pasadas elecciones presidenciales. De todos modos llama la atención que el todavía inquilino de la Casa Blanca señale como principales errores de su mandato dos intervenciones anecdóticas mientras que otras decisiones, como el inicio de la guerra de Irak, no merezcan ningún tipo de comentario.
Bush dejará la presidencia de los Estados Unidos con los índices más bajos de popularidad en su propio país, pero más trascendental es todavía que su gran ofensiva contra el terrorismo no ha logrado el más mínimo avance. Al Qaeda sigue sembrando el terror en medio mundo y en Irak y Afganistán siguen enquistados los mismos problemas que originaron la intervención de Estados Unidos y sus países aliados, entre ellos España.
Ahora, cuando el mandato de Bush llega a su ocaso sería bueno que entre su contrición incluyera las mentiras con las que se quiso justificar la guerra de Irak, inventando unas armas de destrucción masiva para recabar apoyos internacionales; una trampa en la que, también incompresiblemente, cayó España.
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