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Desde ayer, lunes, Ca l'Ardiaca abre sus puertas durante todo el día. O mejor, no las ha cerrado entre las 8 de la mañana a las seis de la tarde, que era cuando las cerraba.

El motivo de no cerrar -o de dejar abierto- es, sobre todo, por las inclemencias del tiempo que empeoran, más si cabe, la situación de los sin techo que se hospedan en el caserón vecino de cementerio, o de otros sin techo que viven en la calle o en chupanos dispersos.

Ni que decir tiene que el sin techo agradece el detalle; entre otras cosas, porque la calle con frío, viento y lluvia es muchos más dura que en otras condiciones
Ayer por la mañana, a decir verdad, había poca gente. Media docena, como mucho. Y puede que no hubiera más porque no hacía mal tiempo -es más, no llovía y lucía el sol- y porque el sin techo en días apacibles prefiere más estar en la calle que bajo techo.

«Lo malo es cuando llueve o hace frío -nos decía una de los inquilinos del caserón apurando el café con leche antes de salir a tomar la metadona-. No se puede usted imaginar lo que es tener que dejar este lugar a las ocho de la mañana bajo la lluvia y el frío, sin saber dónde tienes que ir, y buscarte la vida hasta la seis de la tarde en que vuelven a abrirnos las puertas. Ahora será diferente. El que quiera, incluso haciendo buen tiempo, como hoy, se podrá quedar aquí durante todo el día, y comer al mediodía. Y el que no, se irá por ahí, a ver qué pasa...».

Mientras estábamos con los sin techo, la actividad no cesaba en el caserón. La despensa estaba muy bien surtida, se había habilitado una sala, con un gran mesa en su centro, para estar, y el hall. Porque aunque no se sabía cómo iba a funcionar el «puertas abiertas» durante el primer día, había que estar preparados. Porque como hemos dicho antes, Ca l'Ardiaca no sólo abre sus puertas a quienes viven entre sus cuatro paredes, sino que lo hace para acoger a los sin techo en general.

En cuanto a la comida, sólo podrán almorzar los residentes, «y si queda algo, se repartirá entre los que lleguen». Ayer concretamente tan sólo comieron 46 personas, «todos ellos duermen aquí -nos dijo un trabajador de Cal l'Ardiaca-. Pero como imaginamos que se correrá la voz y mañana -hoy para el lector- serán más, hemos preparado comida para 20 personas más».