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Si tienen ocasión de visitarlas estos días de Sant Sebastià, no desaprovechen la ocasión. Y quienes no las han visto nunca, disfrutarán con lo que vean. Si las conocen ya, les encantará volverlas a ver, ya que su mundo tiene mil perspectivas, mil historias... ¡O más! Nos estamos refiriendo a las cuevas de Castell de Bellver, sitas en las entrañas de la colina en la que se ubica la fortaleza.

Dichas cuevas, grandiosas y en declive, nacieron con la construcción del castillo, ya que de allí salió el marés con el que lo edificaron. En tiempos de la Guerra Civil fueron ocupadas por el Ejército Nacional, que las convirtió en almacén de municiones. Finalizada la contienda, siguieron como tal, hasta que las recuperó el Ajuntament de Palma, que las tiene también como almacén... y para darlas a conocer al gran público.

Aparte de poder ver, o mejor, entender viendo su interior cómo se extraía la piedra, sobre ésta quedan grafitis, firmas, dibujos y cerca de la galería que lleva a la puerta de salida -estos días cerrada al público a causa de la lluvia- la escultura de la cara, posiblemente la mejor obra de arte del lugar. ¿Leyendas de las cuevas? Las hay, naturalmente. ¡Cómo no! ¿Puertas el lugar? Oficialmente dos. Entrada y salida, aunque también se dice que puede haber otras que comunican con puntos de Palma, aunque esto hay que ponerlo en cuarentena, ya que no se ha demostrado. ¡Ah, bueno...! En un punto de la cueva hay un péndulo. Es la señal de que por encima está el patio del Castell.

Pero mejor, pasen y disfruten con el espectáculo.