Agosto de 1902. Las murallas de Palma, tras años de reivindicaciones, empiezan a derribarse. Meses antes, el Ajuntament de Ciutat había decidido que los trabajos de demolición «se hicieran por contrato, comprendiendo cada uno un baluarte y un lienzo de muralla y sin efectuar el siguiente hasta que no se ejecutara el anterior», como Miquel Seguí explica en el libro Urbanisme i arquitectura a les Balears: Segle XX. Se empezó por el baluarte de Zanoguera, cuyas obras costaron 70.504 pesetas, y se terminó en 1932 con la última sección que quedaba entre los baluartes de Sant Pere y el de Sitjar. El adiós de las murallas provocó la aparición las Avingudes, cuyo trazado se ha mantenido a lo largo de los años, aunque su fisonomía haya ido variando. Ahora, el tranvía podría modificar su cara.
Esta historia empieza un año antes, cuando el ingeniero de caminos, canales y puertos Bernat Calvet ganó el concurso público convocado por el consistorio para reestructurar el urbanismo de Palma tras la demolición de las murallas. «Calvet concibió el ensanche en forma de gran corona circular que abarcaba todo el contorno de la ciudad antigua», según el libro de Miquel Seguí. Un ensanche que debía contar con tres grandes paseos: el que tenía que ocupar la extensión ganada al mar en la zona sur, delante de es Molinar; otro sobre el torrente de Sant Magí, que se cubrió, y un gran paseo de Ronda, las actuales Avingudes.
El gran paseo de Ronda se situó en los 'glacis', es decir, el contorno exterior de las murallas. Tenía 40 metros de anchura y una longitud de 2.460 metros. «Arrancaba en la fábrica de gas y seguía el contorno exterior de las murallas -de ahí las ligeras inflexiones en su trazado- hasta llegar a Hornabeque, después de haber cruzado la Riera, bifurcándose en las prolongaciones del camino de Son Rapinya y carretera de Andratx», dice Miquel Seguí en un artículo ublicado en la revista Mayurqa, que edita el departamento de Ciències Històriques i Teoria de les Arts de la UIB.
Calvet destinó las actuales Avingudes a paseo público, «dividiéndolo en secciones comprendidas entre las vías radiales (las prolongaciones de las carreteras de Manacor, Inca y Sóller) de más importancia, que lo seccionaban», asegura Seguí. Cada acera tenía cuatro metros, más otro metro a cada lado para los árboles. Para el tráfico, tanto ascendente como descendente, se destinaron nueve metros de anchura. En medio, se situó un paseo central de diez metros de ancho, que se mantuvo hasta los años setenta. Pero, ¿cuáles fueron los motivos por los que se construyó el Ensanche y, también, las Avingudes? «La distribución vino marcada por cuestiones circulatorias y de comunicación», asegura Seguí en el artículo.
Desde entonces, las Avingudes han mantenido su trazado, que sigue la estela de las antiguas murallas, y se ha convertido en la principal arteria viaria para acceder a Palma. En los setenta, el paseo central se eliminó debido al incremento del parque automovilístico y, también, por el gran incremento demográfico que sufrió Ciutat. En el futuro, el proyecto del tranvía, todavía sin concretar aunque con una primera propuesta que prevé destinar los cuatro carriles de bajada al tranvía, a los autobuses y a las bicis, modificará su fisonomía.
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