Salama Mamitu es un niño saharaui de 8 años que ha cambiado la arena del desierto por la de las playas mallorquinas. María Balbina y Virgilio Galiano se han convertido, durante el verano, en los padres de acogida de Salama, que ya forma parte de la vida familiar.
«Es la primera vez que acogemos un niño y para nosotros ha sido maravilloso, nos ha cambiado la vida. Hemos visto el mundo de otra manera, sorprende ver que un chico del desierto esté casi mejor educado que nuestros propios hijos», explica el cabeza de familia.
Salama asegura que no se quiere ir, por lo que su familia española se está planteando la posibilidad de que el niño se quede a estudiar en la Isla. «Me va a dar mucha pena cuando se marche, apenas acaba de llegar y no paro de pensarlo, se ha integrado tan bien en la familia... Si no puede quedarse, nos gustaría que volviera más veranos», comenta María.
Elvira, de 13 años, e Ismael, de 8 años, son los niños de la familia, que aseguran haber encontrado un hermano en Salama. «Nos gustaría poder ir al Sáhara a visitarle. Los Amics del Poble Saharaui organizan una excursión en diciembre, y queremos ir», señala María.
La familia cuenta que Salama vino a Mallorca sin maleta y sin apenas ropa. Sin embargo, trajo multitud de regalos artesanales para la familia en señal de agradecimiento.
Nada más llegar tuvo que someterse a una revisión completa de salud, pero afortunadamente estaba sano.
Salama, que aprendió español en el colegio, ya había estado en Mallorca el año pasado con otra familia. Además, dos de sus hermanos residen en Granada y en Barcelona.
Zena Housein es una niña saharaui que lleva tres años viniendo a España a familias de acogida. «Este año es el mejor de todos porque estoy sola y puedo hacer lo que quiero», afirma. Alex Albadalejo y Eva López son sus jóvenes padres, una pareja de 29 años que se estrenan como familia de acogida. «Es la primera vez que lo hacemos y todo ha sido por iniciativa de mi pareja, a la que le apetecía mucho ayudar a algún niño, más que nada por su profesión pues ella es educadora».
La niña repite por tercer año en Mallorca, isla que le encanta debido a que puede disfrutar de la playa y de la piscina, algo que en su país es inexistente.
En cuanto a la alimentación, las hamburguesas hacen las delicias de la niña mientras que, como a la gran mayoría de niños, las verduras son su peor plato.
También, debido al trabajo de los padres, Zena durante el mes de julio está asistiendo a una escuela de verano, donde realiza todo tipo de juegos como fútbol, ping-pong y piscina, entre otros. «Me gusta la escuela, pero lo que no me gusta es madrugar, porque entro a las nueve y eso para mí es pronto».
La familia espera que en estos dos meses, desde el 9 de julio al 9 de septiembre sean de gran ayuda para Zena y que vuelva con ellos un año más.
Olvido Terrasa y Manolo Mulet llevan ya cuatro años acogiendo niños. Éste es el tercer año que reciben a la pequeña Monina, de 11 años. «Estamos muy orgullosos de acoger ya que es muy satisfactorio sentir que ayudas a alguien, una experiencia muy positiva tanto para nosotros como para ella».
A Monina todo le sorprendía el primer año que estuvo aquí y los primeros 20 días fueron difíciles para ella. El agua del grifo, los ascensores, las escaleras mecánicas, la televisión, la piscina, y sobre todo el mar fueron muy de su asombro. «La primera vez que fue a la playa se bebía el agua», nos explica Manolo.
Durante sus dos meses de estancia, por las mañanas acude a una escoleta donde realiza actividades muy diversas junto a niños y niñas mallorquines con los cuales ha congeniado bastante.
Olvido afirma que «Monina como muestra de agradecimiento, cada año nos trae todo tipo de detalles como collares, pulseras y alfombras. La verdad es que en su familia son muy generosos».
Los padres de acogida de Monina estuvieron unos días en su casa viviendo con su familia y nos contaron sus mayores impresiones, como el hecho de que muchas de las casas son tiendas de campaña cuyo material procede de ayudas humanitarias y familiares. Las otras están construidas por adobe, material que en ocasiones por la intensa lluvia se desploma y los hombres han de construir de nuevo la casa.
El buen trato que reciben todos estos pequeños por parte de las familias que les acogen hace que quieran volver año tras año.
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