La Iglesia Parroquial de Santa Cruz no pudo albergar a todas las personas que quisieron despedir al joven guardia civil mallorquín. De hecho, cientos de amigos y conocidos de Diego aguardaron en el exterior ante la imposibilidad de acceder al interior de la iglesia.
Los padres de Diego, Montserrat y Antoni; sus hermanos, Àlvaro, Eduardo, Borja, Leticia, Marina y Fátima, además de Vanessa, la novia del joven asesinado, ocuparon la primera fila.
Junto al altar, encima de una pequeña mesa, se depositó el tricornio de Diego, además de una imagen de Nuestra Señora del Carmen, la patrona de la Guardia Civil, y la bandera de España. Durante la ceremonia volvieron a manifestarse muestras de apoyo a la Guardia Civil. Faltaban unos minutos para comenzar la ceremonia religiosa y dos agentes entraron en la iglesia. Los aplausos comenzaron desde la calle y siguieron en el interior del templo religioso. «En casa de Diego, la noche del jueves, horas después del atentado, había dolor, sufrimiento y lágrimas, pero no odio y desesperación», contaba el párroco durante la ceremonia. Àlvaro, el hermano mayor de Diego, leyó unas oraciones, visiblemente emocionado.
Junto a Àlvaro, en los bancos, se encontraba Vanessa, la joven que llevaba unos años saliendo con el agente y que apenas podía contener la emoción. Toda la familia de Diego volvió a ser un ejemplo de entereza a pesar de las numerosas muestras de afecto. Al concluir la ceremonia, cientos de personas dieron el pésame a la familia del joven agente asesinado por ETA.
Pese a que el funeral oficial se celebró el viernes, presidido por los príncipes de Asturias, la familia quiso organizar otro acto religioso para que pudiesen asistir los amigos de Diego que por distintos motivos no pudieron acceder a la Catedral el pasado viernes.
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