Más de 60.000 personas presenciaron en Palma el Atiarfoc. | M. A. Cañellas / J. Lladó

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Multitudinaria acogida de público, con más de 60.000 personas, en el Atiarfoc de anoche, en el que participaron alrededor de 1.000 dimonis y bestias de toda Mallorca, durante el correfoc. Una noche llena de contraste donde el público se lo pasó en grande con el correfoc, pero se vio desilusionado con la representación teatral y fuego pirotécnico en el Parc de la Mar. El pasado año el Atiarfoc finalizó como comenzó este, con la actuación de Barbara Femenías interpretando un tema del compositor Miguel Àngel Aguiló.
Este ángel, convertido ahora en dimoni, lució unas generosas alas negras en lo alto del colegio Jaume I, desde el que salieron los dimonis. Ni el frío pudo con el calor del público que, bien abrigado, no se perdió cuanto sucedía. A ritmo de tambores, los dimonis avanzaban lentamente ante la multitud, dirección Passeig Marítim, desde sa Feixina.
Entre los asistentes, muchas familias con niños que, al sorprenderse por el estruendo y la pólvora, entendían perfectamente que no era un espectáculo para meterse con cochecitos de bebé o niños entre los dimonis. La colla de dimonis de Santa Maria encabezaba el millar de participantes seguidos por el grupo de Sineu, hasta cerrar el largo río de dimonis con la colla de Son Sardina.
La amplitud de los carriles del Passeig Marítim, cortados al tráfico, permitió que el público se pudiera mover con comodidad ante la presencia de los traviesos dimonis y fuese junto a ellos realizando el recorrido hasta la Seu, donde esperaban las bestias.
Paralelamente, al momento en que los dimonis avanzaban, el Drac de na Coca se unía por primera vez al bestiari quemando sus primeras bengalas y escoltado por un activa batucada.
Junto al escenario, instalado en el Parc de la Mar, el público aguardaba, con los pies helados, el comienzo de la representación. Tras algunos parones, esperando los dimonis y pausas, que realizaba el grupo de batucada del escenario, por fin dio comienzo la representación con la presencia de Constantinoplum, un personaje bueno, con cierto parecido a un hechicero o mago quien avanzó hasta el escenario, donde bajo un gran rosetón cantaba la coral La Llum dels Àngels. El malo, Cerumen, volaba a unos 14 metros sobre el escenario, mientras ya habían comenzado las primeras proyecciones sobre la Catedral. Una lucha, entre el bueno y el dimoni volador, que se fusiona con uno de los mejores momentos de la proyección. La fachada se agrieta y estallan los vitrales, mientras aparece una nube de pájaros y entre tinieblas se aprecia el derrumbe de la Seu. El público supo apreciar este momento, que fue el más aplaudido. De nuevo, el mal ganaría la batalla, los angelicales cantores se convierten en dimonis y el rosetón en el rostro de un oscuro monstruo.
Àvido de fuegos artificiales, el público comenzó a ver las primeras bengalas rojas sobre el cielo, de fondo la luna menguante, palmeras doradas y fuegos artificiales, que llegaron a superar los 100 decibelios permitidos, concretamente 110, en el interior de la Seu.
Cuando los fuegos parecían coger fuerza, estos silenciaban ante el asombro de la gente. Y es que ya habían terminado. Desilusión y resignación en los rostros que aguardaban un gran final.