La procesión de los Estendards recorrió ayer tarde el trayecto entre la iglesia de los Caputxins y la basílica de Sant Francesc. | Teresa Ayuga

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Como es tradicional en Palma, la procesión de los Estendards, el desfile de los emblemas de cada una de las cofradías que participan en los desfiles de Semana Santa, recorrió ayer tarde el trayecto entre la iglesia de los Caputxins y la basílica de Sant Francesc, para escuchar el pregón que esta vez estuvo a cargo de Alfredo Miralles, párroco de la iglesia de Sant Sebastià.

Acompañaron con sus sones a los estandartes de las hermandades palmesanas las bandas de música de las cofradías de Santa Mónica, La Salle y del Santo Cristo de los Navegantes.

Proceso dinámico

Una vez llegada la comitiva a Sant Francesc, que estaba abarrotado de público, los estandartes quedaron depositados junto al altar mayor del templo.

Presidió el acto el obispo de Mallorca, Jesús Murgui, y hubo representación institucional del Govern, el Consell y Cort.

En su alocución ante el auditorio Alfredo Miralles habló «de la gran fiesta de la Pascua», de la que señaló que hunde sus raíces en las celebraciones de la humanidad prehistórica para conmemorar la primavera y la luna llena, y que llega hasta nosotros merced al cristianismo «como un proceso dinámico que nosotros expresamos haciendo procesiones».

Para el párrico de Sant Sebastià, «en los momentos históricos que vivimos, y que son más complicados que nunca, las palabras del Señor son claras cuando dice que somos la sal de la Tierra y la luz del Mundo, y que si la sal pierde el gusto solo sirve para dejarla caer al suelo».

También se refirió el pregonero de éste año en sus palabras ante los cofrades al cristianismo como «una religión dinámica que tiene una visión del hombre en movimiento», y añadió en ese sentido que «la Historia no es cíclica sino lineal, ha comenzado en un momento determinado y se dirige hacia un fin, de manera que cada uno de sus momentos es único e irrepetible».

Profecía

Finalizó Alfredo Miralles su pregón con la letra escrita en los años 60 del siglo pasado por un sacerdote argentino, «casi profética -dijo- sobre la crisis actual», cuya última estrofa es: Todos los humanos / todos liquidados / no queda de muestra un botón / una mayoría se murió de hambre / y una minoría de indigestión .

Tras el pregón tuvo lugar un concierto del Orfeó Mayurqa, compuesto por decenas de voces de entre 18 y 70 años, esta vez con acompañamiento de piano, batería y contrabajo, que interpretó entre otras piezas obras sacras del siglo XX y de los últimos años, así como composiciones de jazz y espirituales negros.