El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha recibido este miércoles en el Palacio de la Moncloa a la presidenta balear, Francina Armengol, con la que ha mantenido la primera reunión de la serie que prevé realizar con los presidentes de comunidades surgidos de las últimas elecciones autonómicas. | Efe

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El proceso electoral catalán es cada vez más un callejón sin salida. Rajoy amenaza con darle un garrote de Goliat al Tribunal Constitucional para que pueda multar y despedir a altos cargos catalanes y desmontar la autonomía si es preciso. Este camino le crea al PP muchos adeptos fuera del Principat pero también produce seguidores del independentismo de puertas adentro. Tampoco parece que sea el camino más sólido para lograr que Europa cierre filas con la causa de Rajoy porque los catalanes son maestros a la hora de jugar al victimismo.

Es en este contexto tan confuso en el que se ha producido este miércoles el encuentro entre Mariano y Francina. Era de cajón (hace semanas que se analiza en el el Consolat) que la presidenta inquera se ofreciese como intermediaria. Su catalán es perfecto y su cultura ha bebido mucho Salvador Espriu. En Catalunya dicen: qui parla diferent, pensa diferent.

Francina razona como ellos y domina su idioma y su cultura incluso mejor que muchos de ellos. Si lo que de verdad le interesa a Rajoy es preservar la unidad de una España diversa y plural y no aplastar a los catalanes como si fuese un Barça-Madrid, tiene que confiar en esta chica de Inca. Armengol tiene las puertas abiertas del Palau de la Generalitat, donde será escuchada y valorada. Infinitamente más que los García Albiol, Sanchez Camacho o Levy. Guste o no guste, cuando Mas oye mentar sus nombres se pone el pulgar y el índice en la nariz. Los ve como a submarinos del Paseo de la Castellana, no como a catalanes.

Es muy fácil proclamar y predicar anticatalanismo primario y primitivo desde las cadenas televisivas madrileñas. Pero este camino de charanga y pandereta conduce a la nada, al vacío, al precipicio. Es muy fácil escudarse detrás del Tribunal Constitucional y mandar a sus magistrados a las trincheras de la confrontación cuando la gran mayoría de sus miembros son monolingües castellanoparlantes a los cuales, por mucha formación jurídica que tengan, les cuesta, como es lógico, comprender el hecho diferent catalán. A Francina, no. Es una de ellos, sin serlo. Y es presidenta de una comunidad catalanoparlante.

Convendría que Rajoy reflexionase y comprendiese que una solución de Estado se alcanza contando con todo el Estado y dando protagonismo a los más preparados y mejor posicionados. No únicamente con los que han hecho apología de anticatalanismo barato toda su vida, como el ex ministro Wert, que encendió la mecha al decir que había que españolizar (¿madrileñizar?) a los niños catalanes.

Francina aportaría tacto, sensibilidad, estilo y visión periférica de la realidad. Y sobre todo tendería la mano y no amenazaría ni haría chulerías de oso y de madroño. Está en las manos de Rajoy aceptar su oferta, la de una dirigente que sabe que la lengua y la cultura catalanas luchan en diferentes comunidades para preservar su supervivencia. Unas comunidades que, encima, padecen un déficit fiscal y una falta de financiación insultante. Es a partir del reconocimiento de estas discriminaciones que Rajoy salvará la unidad. Y no al revés. Enarbolar garrotes no funciona en democracia. Al final, muy al final, la victoria es siempre del diálogo.