Monumento de sa Feixina. | Redacción Local

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Ya no hay duda. El monumento 'descontextualizado' al crucero 'Baleares' permanecerá para siempre, insumergible e inabordable, en sa Feixina. La izquierda ha decidido esconderse tras las faldas de los técnicos a la espera de algún informe que acosije su desprotección. Hay miedo, auténtico miedo, a que el Círculo Balear denuncie el caso ante Fiscalía. Sólo un informe técnico (aunque sea uno) les puede servir de mínimo apoyo para intentar seguir adelante. Pero a la defensiva y en retirada. Porque la esencia de este conflicto es política, no técnica. Este monumento es el segundo de inspiración franquista más grande de España después del Valle de los Caídos. Si la izquierda quiere demolerlo, tiene que jugarse la cara. Si tiene pánico, no hay nada que hacer, entre otras cosas porque los defensores de mantenerlo en pie demuestran coraje (incluidos algunos técnicos). El mismo coraje (a la inversa) que demostraron los políticos de Berlín al aprobar la instalación de un restaurante chino casi justo encima de donde se encuentra el búnker de Hitler para que no se convirtiese en lugar de peregrinaje de la ultraderecha.

Derribar el monolito de sa Feixina sólo es posible desde una cohesión y coordinación total de los partidos de izquierdas, de sus cúpulas y de las instituciones que gobiernan. Pero eso no pasa. El compromiso, simbólico pero de un gran peso e impacto, debería comenzar por un pronunciamiento del Govern Balear, cuya presidenta es la secretaria general del PSIB-PSOE y cuyo vicepresidente es el cabeza de lista de Més. Y debería seguir por el Parlament Balear, donde la izquierda tiene ahora más diputados que nunca. Pero no lo hacen. Se escudan en que no tienen 'competencias'. Cada uno a su despachito y que peche el que le toque. Y cada institución tirando por su lado. Aquí cada uno a su bola china. En el Consell, alguno -o alguna- ha llegado a decir que «Cort nos endosa el marrón a nosotros». Y en Cort han enseñado la patita pero luego se escudan en el Consell. Y el Govern calla. ¡Y se trata de los mismos partidos! ¡Y se trata de un conflicto ideológico al que ahora visten de cuestión técnico-patrimonial como si se tratase de una inofensiva leona del Borne que se ha quedado sin colita!

Estas cosas no son nuevas. El monumento al 'Baleares' existe por una decisión político-militar. La orden dada por Bruno Alonso, comisario de la flota republicana a principios de marzo de 1938, de zarpar de Cartagena y salir al encuentro de la escuadra franquista y enfrentarse a ella entre Formentera y el cabo de Palos. Bruno Alonso, miembro del PSOE, fue fundador de las Juventudes Socialistas de Cantabria . A finales de 1936 el ministro Indalecio Prieto le nombró comisario de la flota pocos días antes de firmar el decreto de creación del ejército popular. Alonso se encontró con un auténtico guirigay. Los barcos republicanos estaban en manos de los comités, con las células comunistas de suboficailes y marineros enfrentados con los grupos anarquistas de a bordo. Encima, los pocos oficiales y mandos leales a la República miraban con recelo a aquel comisario político. Pero Alonso desarrolló una labor ingente. Acabó con grupitos y capillitas, con marroneros y enmarronados, destituyó a inútiles y vividores. y estructuró la flota. Unió, ensambló e insufló valentía y moral de combate organizado (imprescindible en el mar). Y le dio su única victoria naval a la República durante toda la guerra: el hundimiento del 'Baleares' la madrugada del 6 de marzo de 1938.

Unos días antes, la Gloriosa (nombre que los republicanos daban a su aviación) informó que la armada franquista con sus temibles cruceros pesados 'Baleares' y 'Canarias', armados con cañones de 203 milímetros de boca de fuego, muy superiores a los republicanos, se dirigía hacia el sur oeste escoltando un convoy italiano con suministro de armas. ¡Por una vez! la escuadra republicana zarpó en orden y en despliegue de combate, desde Cartagena, con Alonso a bordo de un crucero. ¡Y por una vez! De noche y casi a ciegas, los destructores republicanos (Lepanto, Barcáiztegui y Antequera) se acercaron a menos de dos millas de los cruceros franquistas, y lanzaron sus torpedos. El Lepanto hizo blanco en el 'Baleares'. De ahí viene todo.

La izquierda dice ahora que quiere derribar el monumento. Pero no tienen a un Bruno Alonso, fallecido en el exilio mexicano en 1977. Carecen de la coordinación necesaria, carecen de la fuerza conjunta y combinada para ganar este conflicto político-ideológico (y en un aspecto mucho menor técnico y patrimonial). Les falta espíritu unitario, del primero al último, ante un objetivo concreto, y les sobra moral de despachito, de instituciones que van cada una por su lado y con políticos que se lavan las manos porque tiemblan ante una denuncia a Fiscalía. El Lepanto, el Barcáiztegui y el Antequera atacaron en línea. Los políticos de la izquierda en el Govern, Consell y Cort tiran cada uno por su lado. El monumento es imbatible. Y Bruno Alonso en un lejano recuerdo enterrado hace muchas décadas.