La cerería La Real abrió entre los años 1917 y 1923 de la mano de Enrique Vives Verger, director de la revista Baleares, y fue regentado por su mujer. | Teresa Ayuga

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Este conocido negocio de Palma abrió entre los años 1917 y 1923 de la mano de Enrique Vives Verger, director de la revista Baleares, y fue regentado por su mujer. Años después tomó las riendas su nuera, Coloma Cañellas Ferrer. No fue hasta el año 1989 cuando se hizo cargo del local, mediante un contrato de alquiler, Guillermo Ramis Carbonell, que le puso el actual nombre de Cerería la Real, pues él mismo elaborada los cirios de forma artesanal en su fábrica de cirios La Real, en el Secar de la Real. Hasta ese momento había sido el proveedor de Coloma Cañellas, pues «al principio suministrábamos directamente a la Iglesia, pero cuando ésta dejó de vender cirios empezamos a suministrar a la tienda de Coloma», recuerda Guillermo.

Hoy día, el comercio suministra cirios al Bar Ábaco o a la Catedral, «que realiza pedidos cada mes», y antiguamente también suministraban a Lluc. Actualmente muchas iglesias ya no compran cirios, porque utilizan velas de parafina. Al tener que pagar un alquiler, Guillermo pensó que con la venta de cirios no iba a ser suficiente, por lo que empezó a vender también artículos religiosos, como medallitas, imágenes de vírgenes, rosarios, llaveros, tallas de santos, crucifijos, etc. Pero, asegura, de todo ello «nuestro producto más vendido, al margen de los cirios que suponen cerca del 80 por ciento de la caja, es la imagen del Crist de la Sang, porque la gente nos la pedía y, por educación y respeto, solicitamos la autorización al rector de la Església de L’Anunciació (La Sang) de ese momento y ahora la vendemos en exclusiva y la tenemos patentada».

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La tienda conserva clientes «que venían cuando eran pequeños y ahora que son mayores siguen viniendo y traen a sus hijos y sus nietos, es como una tradición para muchas familias». Asegura que «no todos los clientes que tenemos, buena parte de ellos asiduos y de muchos años, son personas religiosas, algunos se los llevan a su casa o para decorar el jardín y dar fiestas iluminadas solo con cirios». Además de esa clientela fija también pasan por allí turistas y personas que ocasionalmente quieren poner un cirio al Crist de la Sang como ofrenda, para realizar alguna plegaria o dar gracias.

Como anécdota, Guillermo Ramis recuerda que uno de los momentos en que notaron un aumento de personas que acudían a su comercio a comprar cirios «fue cuando el RCD Mallorca estaba en peligro de descender de categoría». El establecimiento cuenta con dos dependientas, María Ángeles Palacios y Sonia Fernández, y el responsable de esta cerería desconoce cuál será el futuro del negocio, «solo puedo decir que por ahora va bien, en cuanto a que nos podemos mantener y nuestras empleadas y la persona que hace las velas tienen trabajo». Sobre todo resalta la importancia de que sus cirios son artesanales, «que no tiene nada que ver a la hora que quemar con los hechos a máquina».