Joan explica que hace 50 años decidió abrir Bordados Valldemossa en la calle Oms y al año abrió otra tienda en la calle Sant Miquel; durante un tiempo ambas convivieron, pero hace 12-13 años decidió cerrar la de la calle Oms.
Al principio había mucha demanda, ya que era tradición que las familias comenzasen a hacer los ajuares de novia el mismo día que nacían las niñas. «Tenían toallas para toda la vida», recuerda. Sin embargo, esta costumbre se ha perdido. «La filosofía de hacer el ajuar ha desaparecido, ahora se juntan y se separan a los diez minutos y no se quieren poner a repartir las sábanas», comenta.
Joan explica que Bordados Valldemossa ha tenido que hacer frente a varias crisis, pero destaca que ha última ha sido la peor de todas. Pese a ello, han logrado superarlas y desvela que el secreto es «ser amable cuando se está detrás del mostrador e intentar que el cliente salga contento».
Bordados Valldemossa es la vida de este comerciante, que a finales de la década de los 60 demostró tener visión de futuro y montar un negocio que le ha permitido sacar adelante a su familia. Ahora ya está al frente del comercio la segunda generación; en concreto, su hija Teresa.
Sin embargo, reconoce que la continuidad no ha sido fácil y Bordados Valldemossa sigue abierto, principalmente, porque sus hijos no quieren hacerle daño. «Si paso por aquí y veo que hay una zapatería me muero a los tres días», advirtió a sus hijos. Joan es consciente de que el alquiler es mucho más rentable, han tenido ofertas y saben que lo podrían alquilar por 8.000-10.000 euros al mes, pero para él sería perder una parte importante de su vida.
«Podríamos ganar más dinero si alquilamos el local que trabajando», reconoce. «Se aguanta por el cariño que le tengo a la tienda; si fuese más materialista se habría traspasado», confiesa. En este punto, expone que hay meses en los que su hija no gana nada.
Teresa explica que su padre la convenció para seguir con el negocio porque «me dijo que si no, se moriría. Al final de la temporada pasada le volví a dar las llaves porque este negocio es muy estresante». Además, lamenta que «el Ajuntament no colabora mucho; llamas a la policía y no vienen, etc».
Aunque desde pequeña ha estado en Bordados Valldemossa, no siente la misma pasión por el negocio que su padre. «Para mi padre, la tienda es su vida y para mí no; yo la veo como un modo de vida», argumenta.
Aunque no quieren dar nombres, reconocen que entre sus clientes hay miembros de la Familia Real y en su día una de las más destacadas fue Sara Montiel.
4 comentarios
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@ M, pues si es tan bonito,, monta tu la tienda de brodats mallorquins,,, yo del propietario estaría hace años pegando me la vida padre con esos 10.000 euros al mes.. pero en fin.. cada uno hace lo que quiere.. o puede..
Els propietaris son els que han de decidir que fan amb el ei local, però ja és la darrera tenda de brodats mallorquins que queda a Palma. Si lloguen el lical, serà per posar una tende de telefonia, la franquícia d'una marca de roba o de sabates, o qualsevol altre negoci avorrit i sense personalitat. La gentrificacio del centre de Palma ens fa perdre tot el nostre patrimoni immaterial, fent que el centre cada pic tengui menys interés i sigui una completa monotonia.
pues no lo penséis ni un minuto, solo se vive una vez.. y vosotros sabéis que hace años, ser autónomo no deja de ser una forma de ser un esclavo