Pedro Alemany Serra abrió en 1934 la Imprenta Alemany. El 1 de enero de 1955 cuando abrió también la papelería, recuerda su hija Francisca María. | Pere Bota

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Pedro Alemany Serra abrió en 1934 la Imprenta Alemany en la calle Vidrieria, pero no fue hasta el 1 de enero de 1955 cuando abrió también la papelería, recuerda su hija Francisca María, actual propietaria del negocio ubicado en la plaza d’en Coll, 12. La imprenta original permaneció en Vidrieria 22 años, de donde pasó a la calle Savellà, «al amenazar ruina la finca de al lado, en la que estaba el antiguo Can Joan de s’Aigo, que también se mudó», explica Francisca. En Savellà el negocio estuvo cerca de 26 años hasta dar el salto a la ubicación actual.

La propietaria comenta que cuando su padre regentaba la papelería «se vendían ficheros, fichas y un montón de cosas que hoy día el ordenador ha sustituido». Ahora, en cambio, «predomina la venta de talonarios de recibos, de facturas, de albaranes, folios, cartuchos para impresoras, pendrives, etc.». En los últimos tiempos, la tienda ha empezado a vender también libros, para ampliar el negocio.

Al estar la papelería ubicada en un lugar muy turístico, Francisca María reconoce que «entran muchos turistas a comprar, por ejemplo, postales, planos o algún libro en inglés o en alemán que también vendo», pero en su mayoría sus clientes son residentes locales.

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Asegura que está muy contenta con cómo va el negocio, pero, como pasa con otros comerciantes del centro, ella también se queja de lo que le ha perjudicado la ampliación de las zonas acire, «porque muchos clientes ahora ya no pueden venir hasta aquí en coche, a menos que vayan al aparcamiento y se quejan de que les cuesta dinero», y, por si fuera poco, lamenta que «encima estoy sepultada por los camiones de reparto durante todo el día». Por eso no considera que el Ajuntament apoye al pequeño comercio, «a mí me están fastidiando continuamente».

Francisca María tiene claro que el secreto de que su negocio tenga buena salud es «la ilusión por este trabajo, ha habido épocas mejores y otras peores, pero yo cuando vengo aquí no vengo a trabajar, vengo a pasármelo muy bien». Empezó a los 19 años con su padre y asevera que «me encanta, es lo único que he querido hacer en mi vida, y eso que mi padre no quería que yo trabajase allí, me encantaba antes y me sigue encantando ahora».

Cuando Francisca María tomó la riendas decidió cerrar la imprenta, porque suponía demasiado trabajo para ella sola, argumenta, aunque sigue realizando trabajos de imprenta que encarga a un taller. De momento no tiene el relevo generacional asegurado, porque su hija está estudiando en la universidad y no parece que vaya a seguir los pasos de la familia.

En su opinión, en Palma hay pocas papelerías y resalta que la mentalidad de la gente ha cambiado, «pues muchos ya no compran en el pequeño comercio y lo que ha terminado de afectarnos es hacer las compras por Internet, es el final». Las tiendas chinas también han hecho daño, pero sabe que «la mayoría se da cuenta de la baja calidad de los productos que venden».