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La relación de Mallorca con emires, jeques y multimillonarios árabes no es de ahora, ya que se remonta al ‘boom’ de los petrodólares; a principios de los años 80.

Si hay que destacar a uno de los pioneros, sin duda hay que mencionar a Adnan Khashoggi y su espectacular yate ‘Nabila’, donde el oro campaba por doquier en baños y cocinas. Esa ostentación ha sido y es la tónica general de este colectivo social privilegiado que llega a la Isla en jets de superlujo y en embarcaciones de ensueño, muchas de ellas valoradas por encima de los 250 y 300 millones de euros.

En los años siguientes los jeques y emires llegaron a la Isla a cuentagotas, pero fue a raíz del atentado terrorista en Niza, en 2016, cuando se produjo el actual ‘boom’. La familia real catarí marcó el rumbo al resto, de ahí que cuando optó por Mallorca se generó un efecto simpatía del resto de familias reales árabes hacia la Isla.

El emir catarí Tamin bin Hamad al Zani fue la punta de lanza, junto a su padre Hamad bin Jalifa Al Thani. Sus visitas periódicas y escalonadas a la Isla no han pasado desapercibidas: séquitos de más de 300 personas, aviones privados, yates de más de 140 metros de eslora.

El hecho de que las familias reales de Qatar, Dubai, Arabia Saudí, Emiratos Árabes o Bahrein sean más que numerosas, propicia que estos «príncipes» multimillonarias se dispersen por todo el mundo y Mallorca no ha quedado al margen de su influjo. La lista es larga, como las inversiones que llevan a cabo en la Isla, léase entre ellas el hotel Jumeirah del Port de Sóller, propiedad del emir de Dubai, Mohammed Bin Rashid, o en Canyamel miembros de la familia real catarí.

Mallorca se consolida como refugio vacacional de las familias reales árabes y su evolución irá a más según fuentes diplomáticas y empresariales por el elevado nivel de satisfacción con el que se van.