El Rey Felipe VI y Miquel Ensenyat, Presidente del Consell de Mallorca, durante la audiencia celebrada en el Palacio Real de la Almudaina. | BALLESTEROS

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Es encomiable el esfuerzo que está desarrollando la Familia Real para relanzar su imagen tras los 'golpes' de prestigio que ha recibido en los últimos meses con la entrada en prisión de Iñaki Urdangarin por el escándalo Nóos, generado en Mallorca, y el último culebrón con Corinna de protagonista y sus 'confesiones' sobre el Rey emérito Juan Carlos. Tanto terremoto fuerza a un lavado de cara intenso, profundo y, sobre todo mediático. Y en este objetivo Felipe VI, doña Letizia y doña Sofía se están comportando con maestría de profesionales de primer nivel. No hay que olvidar tampoco que hace medio año ambas Reinas protagonizaron un 'roce' en la catedral de Palma que dio que hablar en medio hemisferio.

En este contexto, en el que don Juan Carlos ha 'optado' por no aterrizar en la isla por motivos de 'salud', se está desarrollando el operativo 'recuperación de prestigio y calor popular'. Ambas Reinas han dedicado este martes por la mañana a visitar mercados en compañía de 'las niñas'. Todo parece perfectamente planificado al milímetro o al quilo de ciruelas, aunque se vuelvan agrias.

El lunes, Felipe VI derrochó 'llaneza' en las audiencias de la Almudaina. Tragó una variada ración de sapos sin inmutarse y con una sonrisa de oreja a oreja. El presidente del Parlament, Baltasar Picornell, se le fue de la lengua y 'desveló' ante la prensa que el Rey estaba interesado en 'tender puentes' con el Govern separatista de Catalunya.

Naturalmente, hubo revuelo y respuestas airadas en el Principado, que obligaron a Marivent a 'desmarcare' de las palabras de Picornell. Sin embargo, una escucha atenta de las afirmaciones e insinuaciones del president del Parlament hacen pensar que tal vez fue utilizado, de manera consciente o inconsciente, como 'globo sonda' por parte del Monarca, que habría deseado calibrar las reacciones a su oferta de diálogo, formulada por boca prestada. Tras su discurso del 3 de octubre, Felipe VI debe mejorar su imprescindible imagen de jefe del Estado arbitral y mediador. o muchos catalanes seguirán dándole la espalda. El manipulable Balti Picornell, tan ingenuo él, supone un perfecto instrumento para sondear cómo está e cotarro y para recuperar imagen. Sus palabras no le hicieron ningún daño a Felipe VI. En realidad le beneficiaron.

Lo cierto es que Felipe VI iba a las audiencias informadísimo de los asuntos que preocupan a cada personaje con el que se entrevistaba. Con Miquel Ensenyat habló de la airada reacción del ministro italiano Matteo Salvini tras ser declarado 'persona non grata' por el Consell. Dicen en la institución insular que Felipe VI le dijo a Miquel Ensenyat que había «otras maneras» de hacer las cosas, insinuando así que no hacía falta aprobar declaraciones institucionales altisonantes. Pero Ensenyat le respondió: «para hacer frente a la extrema derecha es necesaria la contundencia, aquí y en cualquier otro lugar». Enseñita también estaba molesto porque el protocolo de la Casa Real, que obligó a los periodistas a acudir a la recepción con corbata. La respuesta podría ser que en Consell declare la camisa mallorquina sin cuello como prenda apta para las recepciones oficiales durante el verano, al igual que en Colombia han adoptado la guayabera. Atención porque esta declaración podría producirse a la vuelta de las vacaciones de agosto.

Y esto que Ensenyat se autodefinió como republicano mientras su partido presentaba en el Parlament la petición de celebración de un referéndum sobre monarquía o república. Hace unos pocos años tal actitud habría sido considerada inaceptable no ya por la Casa Real, sino también por la corte mediática madrileña, que antaño no toleraba deslices en este sentido y machacaba al que los que 'se salían de surco'. Pero Urdangarin, Corinna y los manotazos reales de la Seu lo han cambiado todo. Ahora el objetivo Real es transformar las críticas en sonrisas y recuperar imagen como sea. Y tragar sapos de toda suerte y condición cuando sea necesario, incluido el deprecio de la Obra Cultural Balear y de su presidente Josep de Luis al negarse a acudir a la recepción por la actitud de Zarzuela ante el conflicto catalán tras el 1 de octubre.

En lo que atañe a la Jefatura del Estado, los tiempos están cambiando de manera vertiginosa. En la actualidad, la Casa Real debe ganarse su propia imagen día a día, sapo crudo a sapo crudo y siempre con una sonrisa de media luna digna de una película de Hollywood.