Laura Camargo.

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El aparato de Podemos trabaja de lo lindo este verano en la estructuración de los primeros espadas que serán candidatos al Parlament, Consell y Cort. Naturalmente, los candidatos deberán ser ratificados por las bases en un proceso primario interno de intenso contenido democrático, pero la cúpula de Podemos, con la secretaria general Mae de la Concha, y con el secretario de organización, Alejandro López, al frente, mueven la sartén sin descanso. Quieren listas sólidas, atractivas, que ilusione votarlas. Saben que el Podemos actual no es el del 2015, cuando la marca arrasaba, muy por encima de los integrantes de las candidaturas, que por otra parte eran políticamente vírgenes.

Ahora es diferente. Podemos se presenta a las autonómicas y locales del 2019 con un balance de luces y sombras a sus espaldas. En el Parlament ha habido espectáculo de alto voltaje con la caída de Xelo Huertas y Montse Seijas, además de los malos momentos que ha atravesado Alberto Jarabo. También han sido muy llamativos los constantes, poco ruidosos y serpenteantes movimientos de Laura Camargo. En Cort el grupo municipal ha quedado casi paralizado por las peleas internas, a veces incluso indignas de un patio de colegio de enseñanza primaria.

Con estos mimbres, De la Concha, López y un equipo muy sólido que les rodea, trabajan ahora para darle garantías al electorado que no se producirán los desbarajustes del pasado. Tienen las ideas claras: Juan Pedro Illanes será presentado a las bases como número uno en la lista al Parlament y aspirante a la presidencia del Govern; en el Consell todo indica que Jesús Jurado repetirá de número uno con Aurora Ribot de dos, y en Cort el candidato a alcalde será Jarabo con la policía local Sonia Vivas también de dos. Todo cuadra, en teoría. Incluso el lobby feminista adscrito al sector oficialista del partido, comienza a comprender que lo mejor, es esta ocasión, y sin que sirva de precedente, es que los tres números uno sean hombres, escoltados por tres mujeres. Entienden que se han de elegir a los mejores y que «esta vez las cosas han venido así».

Pero en Podemos hay un problema muy gordo. Es la eterna turbulencia, el temblor sísmico que hay que superar para que la intensas y trabajada solución salga elegida por las bases. Y este epicentro desbocado, como siempre, se llama Laura Camargo, la jefa del minoritario pero siempre movedizo sector anticapitalista del partido. Laura es consciente de las intenciones de la cúpula. Está armando tanto lío interno para alborotar a parte de las bases contra el aparato y sacar de debajo de las piedras aspirantes a candidatos para así intentar hacer la puñeta al oficialismo.

La cúpula sabe que Laura mueve los hilos a través de las redes sociales porque en realidad se ha ido de vacaciones a Indochina. Desde allí envía consignas y mete cizaña. Y está tan lejos allá, entre templos budistas, que no se la pueden ni rodear ni neutralizar. En el oficialismo hay discrepancias sobre si se ha ido al Vietnam, a Tailandia, a Camboya o a Laos. No lo saben con certeza. Por ahí anda. O mejor dicho: por ahí articula sus consignas disolventes y ácidas.

En Palma ya se está montando una estrategia para cuando regrese. Quieren forzarla a que enseñe sus cartas y que deje de minar campos y caminos desde la sombra. Le van a ofrecer (mal que les pese) que sea la número dos al Parlament detrás del juez Yllanes. Es muchísimo, es un sacrificio enorme para un sufrido aparato que está hasta la cresta de las jugarretas de Camargo, pero no tienen otra salida.

El problema es que Lauree se cree la reencarnación de la Pasionaria. Negocia con el aparato haciéndoles creer que tiene detrás a la mitad del partido en Balears, cuando en realidad los anticapitalistas son cuatro gatos mal avenidos y con los bigotes chamuscados de tanto arañarse. Por eso la gente de De la Concha le tiene preparada una 'sorpresita' a Laura. Como se ponga muy enrabietada piensan echarla del número dos de la lista y que se presente, si quiere, por su cuenta a las primarias con su propia tropa. Es una solución extrema que no gusta a muchos miembros del aparato por la imagen de división interna que pueden dar.

Pero todo depende del humor con el que regrese Laura de Indochina. Esta vez están dispuestos a mantenerse firmes y a no consentirle más caprichos.