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Aprender el nombre de los animales de primera mano, estar en contacto con fenómenos meteorológicos, conocer texturas y colores nuevos mediante el tacto y jugar con los elementos presentes en la naturaleza. Estas son sólo algunas de las cosas que se hacen en una escuela bosque.

Esta tendencia en educación, ampliamente extendida en países del norte de Europa, está entrando sin prisa pero sin pausa en España. Ya hay escuelas que llevan varios años, y según los conocedores del movimiento, la implantación crece.

Mallorca

En Mallorca existen varias escuelas bosque, pero A Lloure, creixent amb es bosc es la última en crearse. Situada en Esporles, cerca del merendero de Son Tries, nació en abril del pasado año. El inicio del proyecto lleva el nombre de tres familias, que se percataron de que en países como Alemania y Noruega había una gran cantidad de escuelas bosque. Ulla Fernández de Arcaya, una de las madres impulsoras, explica que «cuando estábamos comentando la posibilidad de hacer esto tuvimos la suerte de encontrarnos con Joana Pla, una educadora que había trabajado durante mucho tiempo el tema de la educación emocional y que se interesó por el proyecto. Entonces nos constituimos como asociación y nos pusimos en marcha».

Actualmente la escuela la integran siete niños de entre dos y cinco años de edad, que están juntos en un espacio abierto con elementos de la naturaleza como materiales didácticos. Las familias también juegan una parte muy importante, ya que los progenitores tienen que turnarse para hacer de acompañantes junto con la profesora.

Ulla Fernández de Arcaya explica que «el objetivo que teníamos era que los niños vieran, en sus primeros años de vida, a la familia y a la naturaleza como algo normal, no sólo mediante excursiones».

El ratio en este tipo de metodologías debe ser bajo, y se sitúa en un profesor por cada cinco infantes. Los padres impulsores explican que «esta educación está basada en tres pilares fundamentales: juego espontáneo, acompañamiento respetuoso y naturaleza». Los pequeños deciden en cada momento qué quieren hacer y en qué espacios prefieren jugar, no hay separación por edades.

Una de las preguntas más frecuentes a las que se enfrentan estos padres es qué se hace si llueve. «Los niños van al bosque cada día, excepto cuando hay alerta meteorológica. Si llueve van igual, se abrigan y no se ponen malos porque están acostumbrados. Además, son los días que más disfrutan».

Además, este tipo de enseñanzas no deja de lado los contenidos pedagógicos habituales, y los niños llegan a Primaria con «mucha seguridad en sí mismos».