Sor Lucía Caram, antes de su intervención en la sede del Palau del Consell. | Jaume Morey

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«El sentido de la felicidad está en amar la vida y compartirla». Esta es la conclusión que alcanzó la religiosa dominica residente en Manresa Lucía Caram (Tucumán, Argentina, 1966) en la conferencia que pronunció este martes en la sala de plenos del Consell de Mallorca.

Caram llegó a esta conclusión después de 45 minutos de reflexionar acerca de la felicidad y tras explicar una anécdota que vino a resumir su disertación. La anécdota es la de aquel grupo de chavales de una etnia sudafricana a los que su mentor les dijo que al lado de un árbol situado a unos 300 metros de distancia había una cesta llena de fruta fresca y que el primero que la alcanzara se haría con ella. En lugar de tratar de llegar a ella competitivamente, los chavales corrieron abrazados y gritando «Ubuntu», que según explicó la dominica significa ‘Yo soy nosotros'. «¿Cómo puedo ser yo feliz si al lado tengo a alguien que no lo es?», se preguntó Caram dando por sentada la respuesta.

Caram defendió, entonces, una visión de la felicidad que jamás podrá ser tal si el entorno del sujeto que la desea tampoco lo es. Y según Caram, la felicidad «viene de la mano de la libertad y la dignidad». La religiosa desmintió que la felicidad «sea tener, y tener más que los otros», e hizo hincapié en los efectos que la crisis económica ha causado en la sociedad. En este sentido, explicó que desde 2008 se ha multiplicado el número de personas que visitan el monasterio catalán en que reside para pedir ayuda y dio a entender que ella, al ayudar a los demás –«no darles las migas, sino luchar para que tengan una vida digna»– es feliz.

Caram relató que le recomendaron «guardar una distancia prudencial con la gente para que sus problemas no me afectaran». Pero negó esta idea, porque «solo cuando eres capaz de acercarte al otro y entender sus lágrimas eres feliz», insistió. Abundando en la idea de que la felicidad no existe sin fraternidad, Caram rememoró los pasajes del Génesis citados por el papa Francisco cuando visitó la isla italiana de Lampedusa, donde cada verano desembarcan miles de refugiados: «¿Dónde estás, Adan?» y «Caín, ¿dónde está tu hermano?».

Ante una sala de plenos del Consell casi llena, Caram compaginó el rigor y la seriedad que merecían el lugar y el tema de la charla con algunas bromas sobre tres de los aspectos más conocidos de su persona: su barcelonismo, su condición de argentina o su adscripción religiosa. En este sentido, espetó una frase que sintetiza estos estereotipos: «El Papa es el Messi de la Iglesia».