Llorenç Picornell extrae una muestra de madera de pino para estudiar sus anillos de crecimiento. | UIB

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La Universitat de les Illes Balears (UIB) cuenta con el denominado grupo Arqueouib, dedicado a la arqueología, dentro del cual hay tres especialistas en bioarqueología, es decir, el estudio de los restos biológicos en los yacimientos arqueológicos, sean animales o vegetales. Los tres especialistas son Llorenç Picornell, encargado de los carbones vegetales; Gabriel Servera, del polen; y Lua Valenzuela, de los restos de animales.

Picornell explica que «entre los restos biológicos, podemos encontrar macrorrestos y microrrestos. Entre los macrorrestos animales estarían los de cabras, ovejas o caballos. Los microrrestos serían, por ejemplo, los de un ratón. Los macrorrestos vegetales serían los de madera y carbón, semillas, frutos y granos, mientras que los microrrestos corresponderían a polen, esporas de hongos y fitolitos».

La localización e identificación de huesos, obviamente, resulta mucho más clara, pero la de polen, esporas, pequeños fragmentos de carbón (se puede identificar el tipo de árbol) o semillas es difícil o imposible a simple vista, pues son elementos mezclados con otros sedimentos. En estos casos, la detección e identificación de los restos se realiza a través de un tratamiento de flotación.

El ser humano llegó a Baleares a mediados del tercer milenio antes de Cristo. Llorenç Picornell indica que «los primeros humanos que llegaron a las Islas lo hicieron con una cultura de agricultura y ganadería. Sus ganados eran los típicos mediterráneos, principalmente ovejas y cabras, pero también cerdos y vacas. Y se dedicaban al cultivo de cereales y leguminosas. Sin embargo, antes de todo ello, a mediados del Holoceno, en el Mediterráneo se produjo un cambio climático y vegetal. Como consecuencia de ello, se pasó de una vegetación más húmeda y continental a la que conocemos ahora como mediterránea, con garriga, bosques de pinos y zonas de encinar. Los humanos llegaron a Baleares en los últimos momentos de este cambio».

El bioarqueólogo indica que «con una cultura agraria, los humanos explotaron en Baleares esta vegetación mediterránea, abriendo claros en ella para establecer campos de cultivo, pastos, poblados o caminos. Y lo hicieron de tal manera que se creó un equilibrio entre los elementos natural y humano, dando lugar a un paisaje cultural».

En la primera mitad del Holoceno había en Baleares robles y avellanos, ya desaparecidos en las Islas, y algunas especies que todavía perviven, como boixos, teixos y rotabocs, pero por entonces eran muchos más numerosos que ahora y creaban masas forestales. Parece que los primeros pobladores de las Islas cultivaron higueras y olivos, mientras que las viñas, los almendros y los algarrobos llegaron más adelante.

Una mención especial merece el Myotragus balearicus. Picornell explica que «se acercan mucho, pero, en contra de lo que se pueda creer, de momento no se ha demostrado una convivencia entre el Myotragus y los humanos. El Myotragus balearicus pudo desaparecer por el contagio de las enfermedades de las cabras traídas por los humanos o por la acción directa de éstos sobre una especie que resultaba muy fácil de cazar, pero no son más que hipótesis. Por ahora, la alimentación cárnica de los primeros pobladores de Baleares se relaciona casi exclusivamente con sus ganados. No eran cazadores ni se les conoce una práctica pesquera o la recolección de moluscos, lo que sí se da en sus contemporáneos de la Península».

Tratamiento de flotación

El tratamiento de flotación se aplica para obtener los restos más pequeños. Consiste en introducir sedimentos en un tanque de agua con un circuito que la remueve y disgregarlos. Los más densos quedan en el fondo y los menos densos, en la superficie. Así se obtienen los restos separados y limpios, y se pueden recoger para su identificación.