Según ha comentado Grande-Marlaska este martes a los medios, en su visita a la base naval de Sóller (Mallorca) para interesarse por las labores de búsqueda de David Cabrera, el barranquista desaparecido el pasado lunes en el torrente de na Mora, «pocos hechos tienen la gravedad del abuso, la corrupción de menores, en el ámbito de su libertad sexual».
En este sentido, el ministro ha informado que el caso «se está investigando y se está investigando a fondo» y ha asegurado que «el Gobierno espera que en breve pueda haber una respuesta con una identificación de los abusadores».
Asimismo, preguntado por si va a reforzar la unidad que se encarga de este tipo de cuestiones, ha explicado que «el Gobierno lleva 19 meses reforzando las unidades con hasta 5.000 efectivos entre Guardia Civil y Policía Nacional, después de que durante siete años, en la época del Partido Popular, se perdieran 12.000 efectivos».
Finalmente, el ministro del Interior ha anunciando que en los próximos años «se van a convocar nuevas ofertas de empleo público porque se necesitan estos efectivos» y los casos de explotación de menores tutelados en Mallorca es una «prioridad máxima» del Ejecutivo estatal.
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Resulta inmoral e inconcebible que los responsables, fiscalía, conselleria y consell, se echen las culpas unos a otros en un gravísimo caso de falta de protección de la integridad de los menores bajo su tutela, sin contar sus secuelas psicológicas. Es evidente que ha habido errores en cadena, desde que se ha conocido que se tenía constancia, por unos y otros, de la existencia de varios abusos y delitos de los cuidadores. Y si la fiscalía detectó "falta de pruebas" en algún caso, debería haber advertido de inmediato a Govern y Consell de lo inadecuado de alguno de los famosos "protocolos de vigilancia" y de indicios de un clima perverso en algunos cuidadores. Los administradores públicos responsables, todos ellos, tenían que haber entrado a saco y cortar por lo sano. Ahora, que cada uno asuma su responsabilidad y se delimite bien claro qué corresponde a cada cual. Santiago y Cladera, si tenían conocimiento, deben dimitir. Y Barceló asumir su parte