En esta imagen, Fran y Begoña minutos antes de entrar en Son Espases. | Jaume Morey

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La principal ilusión de Begoña Ruiz y Fran Velasco era formar una familia. Aunque su sueño se ha hecho realidad, la historia que viene a continuación no se asemeja a lo que unos padres desearían sentir. El pasado jueves 2 de abril, Begoña, embarazada de 27 semanas, tuvo que ser intervenida en el Hospital Son Espases porque su vida y la del bebé corrían peligro. Unos días antes le diagnosticaron una preeclampsia que desarrolló, a su vez, la enfermedad del síndrome de Hellp.

Una vez le realizaron la cesárea para extraer a Sergio, la siguiente noticia que recibió fue que había contraído la COVID-19. «Queríamos ser positivos y pensar que todo iba a salir bien», confiesa ella al otro lado del teléfono. Incluso le llegó a decir a su pareja, Fran, que si pasaba algo, «cuida muy bien de nuestro hijo».

Sergio, un bebé prematuro pero muy luchador, dio negativo en el test de coronavirus. Su marido tampoco está contagiado ni la madre de Begoña –que vive con ellos –, de 78 años y con Alzheimer.

Triple complicación

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Sergio pesó 730 gramos al nacer. Tenía que ver la luz el próximo 29 de junio, pero las complicaciones de su madre provocaron que llegara tres meses antes. Una consulta ginecológica fue clave para actuar rápido. Este tipo de enfermedad, que se puede presentar durante los embarazos, puede causar graves problemas para el bebé y la madre, pese a que en la mayoría de los casos son leves. «Mi tensión se disparó, tuve anemia y tenía los órganos alterados. Por suerte, me cogieron a tiempo porque si no, Sergio hubiese nacido muerto». A Begoña se le juntó esta enfermedad con unos síntomas parecidos a los del coronavirus. «Cuando me ingresaron, intuíamos que podría estar contagiada, pero los resultados no llegaron hasta después de la cesárea». Al final dio positivo, pero su entorno no se contagió. Este hecho hizo que estuviese sin ver al recién nacido durante 13 días. Pese a ello, Fran y las enfermeras le pasaban fotos de él en la incubadora desde la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales.

Con los días Begoña se recuperó muy bien. Dio negativo dos veces y enseguida acudió a conocer, por primera vez, a su bebé prematuro. «Cuando lo cogí, sentí una emoción enorme. Es lo más bonito que me ha pasado en la vida». Lo cuenta contenta, aunque estos últimos 22 días han sido los peores para estos padres. A día de hoy, Sergio pesa un kilo y está evolucionando a la perfección. La pareja acude al hospital dos veces al día, aunque con medidas estrictas por la situación, con mascarilla, bata y guantes. Pese a que esta imagen es escalofriante, Begoña piensa en su parto y no se asemeja a lo que una madre debería pasar. «Me imaginaba cogiendo a Sergio, junto a mi marido, muy feliz. Nunca hubiese pensado parir sola, sin saber nada de mi hijo en varias horas, con dolores por la intervención y alejada de los míos».

En cuanto Sergio coja más kilos y salga de la UCI, lo primero que harán estos padres, o estos auténticos héroes, será comerle a besos y juntar a toda la familia, la de aquí y la que Fran tiene en Medina del Campo (Valladolid), para celebrar la vida.

Sergio no sabe que detrás de la burbuja en la que aún vive le espera otra lucha que lidiar. Tampoco sabe que su madre ya lleva tres batallas vencidas – las enfermedades, el coronavirus y la misión de sacar a su hijo como sea pero vivo.