Àngel Pons estudia Ingeniería Informática. Foto: TERESA AYUGA | Teresa Ayuga

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Àngel Pons, de 19 años y estudiante de tercer curso de Ingeniería Informática, es uno de los seis estudiantes que permanecen en la Residència de la UIB. Antes del confinamiento por el coronavirus, la residencia, con casi un centenar de plazas, estaba al completo.

Pons, que está en régimen de media pensión, es de Maó y, durante todo el confinamiento, no ha salido del espacio de la residencia y su contorno. Ni siquiera se planteó regresar a su Menorca natal durante las vacaciones de Semana Santa: «Ante la posibilidad de contagio, pensé que moverse no era muy buena idea. Tampoco he querido que mis padres vinieran a visitarme, aunque me lo plantearon. Creo que lo más prudente era que todos nos quedáramos en casa, que no es otra cosa que cumplir con lo que nos han recomendado desde el principio. Mis padres lo entendieron. Por supuesto, doy señales de vida para que no se preocupen y mantenemos el contacto. Considero que debería haber un motivo muy importante para vernos».

Pons recuerda que «con el inicio del estado de alarma, la residencia empezó a vaciarse. De casi un centenar de residentes, ahora sólo quedamos seis y uno de ellos es un italiano que también estudia Ingeniería Informática».

El confinamiento no ha hecho que Àngel Pons haya estrechado la relación con sus compañeros actuales: «Siempre he sido muy solitario y por eso mismo no me he sentido solo. El residente con el que tengo más relación es mi compañero italiano, pero bueno, cada uno va a sus cosas y además tenemos trabajo por hacer y hay que estudiar. Antes veías gente que iba y venía por la residencia. Ahora todo es mucho más tranquilo y silencioso».

Fuera de la actividad estrictamente académica, Àngel Pons reconoce que no tiene muchas aficiones, pero destaca una: «Me gusta montar, desmontar y arreglar ordenadores, tocar piezas y componentes. En mi habitación tengo muchos ordenadores en estas condiciones. Todo está un poco desordenado, pero aprendo muchas cosas con esta afición. Debería hacer deporte, pero la verdad es que no lo hago. No suelo mirar series, pero sí me gusta la música. Me sirve de combustible y estímulo anímico».

Àngel está diagnosticado en altas capacidades (superdotado), síndrome de Asperger y, sólo desde el año pasado, en trastorno por déficit de atención e hiperactividad: «No cursé 3º de la ESO. Pasé directamente de 2º a 4º. Por ello estoy en el tercer curso del grado universitario con 19 años. Lo inicié con 17».

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Pons comenta que «he tenido buenas notas, pero la Historia, la Literatura y, sobre todo, los comentarios de texto siempre me han costado. No es ningún secreto que no estudio mucho. Mis profesores lo saben perfectamente, pero tengo la ventaja de que capto enseguida sus explicaciones. Y cuando escribo en el ordenador, mis pensamientos van más rápido que mis manos».

Aunque estudia Ingeniería Informática, al estudiante menorquín no le gustan las clases telemáticas: «La dinámica a distancia es un poco complicada. Prefiero las clases presenciales porque soy un alumno que pregunta mucho. En las clases en línea lo tengo más difícil».

Pese a la situación generada por el confinamiento, Àngel Pons la afronta con sentido del humor y está plenamente convencido de que, no saliendo de la residencia, ha actuado correctamente. Pons destaca también la ayuda que le aporta la Oficina Universitària de Suport a Persones amb Necessitats Especials porque «soy una persona muy nerviosa».

PALMA - MARTA GARCIA , GERENTE DE LA RESIDENCIA DE LA UIB.

«Hubo una primera reacción en la que se fueron bastantes alumnos»

La directora de la Residència Bartomeu Rosselló Pòrcel (su nombre oficial), Marta García, explica que «antes del confinamiento, estábamos al completo y este curso llegamos a tener 270 alumnos en lista de espera. Con el estado de alarma, hubo una primera reacción en la que se fueron bastantes alumnos y posteriormente ha habido un goteo hasta llegar a los seis actuales, procedentes de Italia, Granada, Barcelona, Madrid, Eivissa y Menorca. A finales de marzo ya se había marchado el 90 %.

No hemos cerrado la residencia porque, precisamente, la gente tenía que quedarse en casa. A los que se han ido no les cobramos las mensualidades. Se mantiene la recepción 24 horas, y comedor, limpieza y mantenimiento se han adaptado al confinamiento».