No se confunda: esta crónica está titulada con la anécdota. De la docena de personas con las que este redactor y la fotógrafa hablamos durante una visita a las playas de Palmanova y Magaluf solo una aseguró que no tenía ganas de bañarse y que el lunes, diga lo que diga Pedro Sánchez, no se meterá en el mar. Dijo que se llamaba Cara y era la única ‘mallorquina vieja' –digámoslo así– con la que coincidimos durante la ruta. «¿Nadar el lunes? Aun es demasiado pronto y el agua debe estar fría», soltó mientras paseaba sobre la arena, mascarilla puesta, junto a dos amigas. Ya lo advirtió Àngel Aguiló hace un par de semanas –«un mallorquín no se mete en el mar hasta después de Sant Joan»–, aunque parece que esta usanza también se va perdiendo.
El resto de personas que sin poder bañarse disfrutaba de la playa se moría de ganas de meterse en el agua, que estaba llana y ofrecía un aspecto inmejorable. «Tengo muchísimas ganas de nadar», confesó Martine, una francesa residente en Palmanova que hacía ejercicio. «Tenemos unas ganas locas de bañarnos y el lunes lo haremos, sin duda», aseguró asimismo el matrimonio formado por Manuel Linde y Juliana Expósito, «Lo que pasa es que aun no sabemos en qué condiciones», agregaron los dos lamentándose.
En un lugar apartado, bajo la sombra de unos pinos, otro matrimonio de origen británico, Pauline y Harry, contemplaba el arenal casi vacío. «Vivimos en Camp de Mar, pero la playa de allí no nos gusta. Preferimos venir aquí o ir a Santa Ponça. Pero lo que valoramos verdaderamente es que estamos casi a junio y la playa está vacía, hay tranquilidad, y esto no solía pasar».
El matrimonio formado por Manuel Linde y Julián Expósito paseaba sobre la arena. «Tenemos unas ganas locas de bañarnos y el lunes lo haremos», aseguraron.
El único chiringuito situado sobre el paseo marítimo de es Carregador estaba abierto. Un empleado, Joanathan, explicó que levantaron la persiana hace dos semanas y que a pesar de las restricciones acude gente. «A ver, notamos que los hoteles están cerrados, pero viene gente de Palmanova y alrededores. Y los fines de semana, mucha gente de Palma».
En es Carregador, los empleados de la concesionaria de los servicios de playa trabajaban para tenerlo todo a punto para el lunes. Un tractor conducido por José Miranda y equipado con una especie de cedazo cribaba la arena y apartaba los residuos; luego, un cilindro la dejaba como planchada.
No muy lejos, un socorrista llamado Emanuel advertía a los paseantes despistados de que nadar seguía estando prohibido salvo para practicar deporte, que había que mantener las distancias y que los paseos solo podían alargarse una hora. Más allá, un conjunto de palos equidistantes sobre la arena dibujaban una figura geométrica: eran las astas de las sombrillas, aun sin el sombrero. Todo tiene que estar a punto para el lunes.
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