La COVID-19 se ensañó con dureza con Toni Villalonga, que falleció con sólo 47 años de edad, pese a luchar hasta la extenuación durante 48 días contra este fatídico virus. Natural de Binissalem, estaba casado con Maria Magdalena Vives Costa y tienen una niña de cuatro años y un niño de siete, que han comprobado demasiado pronto lo dura que puede llegar a ser la vida.
Toni empezó a sentirse mal el pasado 22 de marzo, cuando se levantó con fiebre no muy alta. Su mujer llamó a los dos días al 061 y le dijeron que tomara antibiótico. No tenía tos, ni se encontraba cansado, por lo que los médicos atribuían la fiebre a un problema que tuvo con la pierna hace dos años. Sin embargo, Maria Magdalena les explicó que la pierna la tenía bien.
Pasados dos días, seguía con fiebre y los médicos le cambiaron el antibiótico; su esposa comenzó a ponerse muy nerviosa. El domingo, justo una semana después, volvió a llamar al PAC porque seguía con fiebre, pese al antibiótico, y le dijeron que tenía que ir allí.
Toni cogió el cargador del móvil y la cartera porque se temía lo peor y así fue. Lo derivaron al hospital, al llegar allí le dijeron que tenía que ingresar en la UCI y llamó a su mujer para comunicárselo. Ella no podía dejar a los niños solos y se puso en contacto a su suegra y a su cuñada para que fueran al hospital. Cuando llegaron, Toni ya estaba sedado y entubado.
Maria Magdalena sólo tenía noticias de él una vez al día, a las 13:00 horas cuando cada día la llamaba un médico para darle el parte; la fiebre no remitía. A los 15 días de estar ingresado, tuvieron un rayo de esperanza y Toni empezó a mejorar. Sin embargo, la alegría duró poco porque a los tres días sufrió una sobre infección de pulmón.
Toni se aferraba a la vida y logró mejorar; también superó al 100 % una infección de riñón. Le desapareció la fiebre, respiraba por él mismo y sólo lo tenían que conectar por la noche; hacia rehabilitación y lo sentaban un ratito por la mañana y por la tarde. Los médicos decían que había vuelto a nacer y Maria Magdalena podía verlo a través de un cristal; tiene marcado el primer día que lo vio por primera vez, el 30 de abril.
Desgraciadamente, el coronavirus se ensañó con él y volvió a empeorar. Ocho días después de la mejoría, exactamente el 9 de mayo, su mujer recibió una llamada del médico, en la que le pedían que fuese al hospital. Ella no entendía que pasaba, acaba de verlo y le había enseñado un vídeo de sus hijos.
Cuando llegó al hospital d'Inca, Toni había muerto. Los médicos estaban desolados; no podían evitar las lágrimas por lo sucedido. Maria Magdalena aún no ha tenido fuerzas para ir a hablar con los médicos para que le den alguna explicación. Tampoco sabe cómo se contagió.
Toni ha dejado un vacío enorme, sus hijos le hacen dibujos y su hija aún lo espera. El calvario que ha pasado esta familia se ha visto agravado por la cuarentena a la que tuvieron que someterse. El niño también se contagió, era asintomático. Su madre tuvo que luchar para que les realizasen las pruebas, tenía mucho miedo a que la niña y ella también se infectasen. Durante la cuarentena no pudieron ver a nadie, les dejaban la compra detrás de la puerta.
Maria Magdalena recuerda que Toni siempre estaba muy contento y destaca que vivía para sus hijos. Ella es profesora de Ball de Bot y el siempre la acompañaba. El dolor que siente es indescriptible, pero sus hijos le dan fuerza para salir adelante.