Imagen de varios sanitarios en la UCI de Son Llàtzer en este año de la pandemia. | M. À. Cañellas

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12 de marzo de 2020. A sólo dos días de que el Gobierno decretara el confinamiento domiciliario en toda España por la amenaza del coronavirus, Baleares notificaba la primera víctima mortal por la COVID-19, la primera vida sesgada por una neumonía nueva procedente de China, surgida a más de 9.500 kilómetros de Mallorca, y de la que todavía poco se conocía; especialmente sus amenazas y cómo combatirla. 365 días después, el Sars-CoV-2 ha matado a 735 personas en las Islas.

La confirmación de la noticia del primer fallecido sacudía la redacción de Ultima Hora ahora hace un año, en un día en que en el conjunto del país perdían la vida otras 33 personas a causa del coronavirus. Sucedía sólo un día después de que la Organización Mundial de Salud (OMS) compareciera para anunciar que la epidemia de coronavirus se había extendido, suponía una amenaza y pasaba a considerarse pandemia. Y desde ese momento comenzó un nuevo relato no sólo en nuestro entorno más cercano, sino un nuevo relato mundial.

Treinta y dos días después de que se detectara el primer positivo por COVID-19 en Mallorca -el segundo caso confirmado en España-, fallecía en el hospital de Son Espases una mujer de 59 años. Sufría una patología crónica.

Las alarmas se disparaban en Baleares, que tenía entonces 22 casos activos de coronavirus. La evolución de los pacientes y el rastreo de sus contactos era la pauta a seguir para tratar de evitar nuevos contagios.

La contención del virus se comenzó a ver imposible y, ya con confinamiento domiciliario en todo el territorio, el goteo de fallecidos marcó las semanas siguientes hasta abril, el mes más negro de la pandemia en Baleares con 144 víctimas mortales. Pese a ser de las comunidades autónomas que acumulan menos fallecidos en este año de pandemia, no ha habido mes sin víctimas. Superados los complicados primeros meses de la crisis sanitaria y tras la desescalada, entre junio y julio fallecieron 4 personas, lo que invitaba al optimismo. Algo que se truncó sólo un mes después, con un nuevo repunte en septiembre, en la segunda ola.

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Y la segunda ola dio paso a la tercera, sin saber casi dónde acababa una y empezaba la otra, con incidencias altas durante meses y elevado número de pacientes ingresados. Superado lo peor de esta tercera crisis, podemos decir que ésta se sitúa como la más mortífera de la pandemia, ya que sólo en los meses de diciembre y enero se produjeron 195 decesos en Baleares.

Pese a que la mortalidad por la COVID-19 no es de las más significativas de España, el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) detecta un exceso de mortalidad en este último año.

El golpe mortal a las residencias

El 35,3 por ciento de los fallecidos por coronavirus en Baleares este año eran usuarios de residencias de mayores, centros que han sido duramente golpeados y que, tras completar la vacunación, llevan once días libres del coronavirus con cero casos de COVID-19 activos.

La crónica negra de la COVID-19 todavía no ha finalizado 365 días después. Este jueves Baleares sumó un nuevo deceso, pero el avance en la vacunación, el mantenimiento de medidas y la bajada de la incidencia invitan a la esperanza.