Las manifestaciones de las Kellys, limpiadoras de hoteles, consolidaron el rumbo de sus reivindicaciones en los últimos años. | GRUP SERRA

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Imaginemos un escenario en el que residan no solo las ciberguerras, sino también tensiones sociales que protagonicen las protestas, revueltas o batallas campales. Parece algo distópico en el siglo XXI pero la historia nos ha demostrado que en tiempos de crisis global, de catástrofes o de epidemias, surgen estallidos sociales que fracturan la población y los gobiernos.

La historia está repleta de situaciones similares que han dado pie a un estudio del Fondo Monetario Internacional (FMI) que desvela lo que podría pasar tras esta pandemia y las probabilidad de haber explosiones sociales hasta los dos años posteriores a la crisis. Pero, ¿es así realmente? ¿Qué desata una protesta? ¿Cuáles son sus ejes? ¿Como será el futuro que nos espera?

«Este virus ha agravado las tensiones sociales entre clases y ha tenido un alcance mundial en todos los sentidos. Consideramos que no es solo una pandemia, sino una sindemia». Es decir, no solo es sanitaria, sino también económica, ecológica y ética, explica el sociólogo y profesor de la Universitat de les Illes Balears David Abril.

Características

Para entender las características que originan los estallidos sociales en el contexto pandémico y post-COVID, el filósofo político e investigador sobre democracia y movimientos sociales, Antoni Aguiló, apunta algunos elementos comunes: una sería la falta de oportunidades en un sistema neoliberalista «que crea desigualdad y precariza a las personas». También destaca la crisis sistémica, es decir multidimensional, «fruto de los procesos de vulnerabilización que no aparecen con esta crisis, sino que arrastramos desde hace décadas y que crea polarización entre ricos y pobres».

Aguiló también alude al aumento de los más vulnerables de un escenario de emergencia, «que marcarán por completo las protestas que vendrán y responden al mismo perfil: los inmigrantes, los jóvenes, mujeres, jubilados y los sin hogar». El contexto pandémico, reconoce, ha empeorado los procesos que se lleva años visibilizando. «Podríamos decir que ésta es la última crisis global que ha habido dentro de la narrativa de la globalización capitalista», detalla.

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En este análisis actual de la situación de crisis conviven tres ejes fundamentales que promueven o promoverán las protestas. Una es la lucha de clases tras el aumento de la pobreza. «Balears es una de las comunidades autónomas con el índice de pobreza más alto», recoge Antoni Aguiló del último estudio de Oxfam. Por otra parte, está la lucha por la liberación de aquellos grupos históricos reprimidos, o subordinados, que ahora salen a la luz. «Un ejemplo claro, el Black Lives Matter, que ha ganado fuerza en este escenario pero no surge como resultado del asesinato de George Floyd en Mineápolis».

Aguiló defiende una tercera lucha, que es por ampliar la democracia. Lo explica así: «Es lo que se ve ahora. Algunos gobiernos aprovechan estos contextos de crisis para limitar muchos derechos sociales o civiles en todo el mundo». El último caso al que se refiere es sobre las protestas por «la libertad de expresión de Pablo Hasél, pero solo ha sido la chispa de un cúmulo de casos anteriores», apunta.

Futuro

El periodista y doctor en Relaciones Internacionales Oscar Mateos señala en su trabajo El shock pandémico que «los liderazgos políticos han atendido a lo urgente sin detenerse en las respuestas que multitud de situaciones requerían». Esto va en consonancia con lo que consideran estos sociólogos a fin de evitar dos posibles situaciones de movilizaciones mundiales tras esta pandemia del coronavirus. «Podría haber una vía continuista, es decir que el conflicto se agudice», lo que supondría una ola de protestas y un escenario distópico. Aguiló menciona el escenario adaptacionista, que sugeriría reformas pero sin transformar el sistema. Sin embargo, los expertos ratifican lo que Mateos contextualiza en su libro, y es el de responder las urgencias con cambios estructurales (escenario de transición), no solo en la economía, sino en la matriz productiva y ecológica. Medidas «disruptivas» en los sistemas para erradicar este malestar social, una bomba de relojería que podría, o no, cambiar el mundo tras la COVID-19.

Las protestas por Hasél, un detonante de malestar social

De acuerdo con los sociólogos, las protestas recientes en Catalunya contra el encarcelamiento del rapero Pablo Hasél responderían a un malestar social derivado de una lucha por la liberación. Antoni Aguiló apunta a que los gobiernos amplíen los límites sociales o civiles, «como la libertad de expresión», matiza.