La llegada de la mascarilla llegaba a nuestras vidas en pleno verano, el 13 de julio de 2020. Baleares era la tercera comunidad autónoma que implantaba la medida para hacer frente al coronavirus, en un momento en que los datos de incidencia no eran especialmente elevados, pero que semanas después se verían como la antesala de la nueva oleada que golpeo en agosto. La primera en ponerse la mascarilla fue Cataluña que comenzaba a verse afectada por los brotes de los temporeros y sólo un par de día antes que Baleares también lo hacía Extremadura.
La mascarilla llegó para quedarse, sin saber entonces por cuánto. Se implantó en los interiores, también en la calle, en los colegios, en los centros de trabajos, incluso en las prácticas deportivas que estaban autorizas. La distancia social no eximía del uso.
El avance de la vacunación ha sido determinante casi un año después para relajar esta medida, también la caída de la incidencia acumulada. Un año en que se ha criticado mucho la exigencia de la norma, pero que los expertos consideraban fundamental para evitar la propagación del virus. Así calaba la regla de las tres 'emes' en todos: Manos limpias, metros de distancia y mascarilla.
Desde hace semanas, los expertos contemplaban la posibilidad de relajar el uso de ella. El director del Centro de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, no ponía fecha pero advertía de que el momento estaba cerca, siguiendo también la inercia de otros países europeos, siendo el primero Israel. En estos días no ha habido un consenso sobre el tema. Otros especialistas creen que antes de llegar a este punto se tendrían que haber alcanzado niveles más elevados de vacunación.
La decisión esperada ha llegado este viernes. En una semana, volveremos a vernos las caras en la calle.
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