Zineddine Meflah y Derrick Amosah participaron ayer en unas jornadas del IMAS sobre infancia. | M. À. Cañellas - miquel a. canellas

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Llegaron como menores no acompañados, han pasado varios años en centros de tutela del Institut Mallorquí d’Afers Socials (IMAS) y miran el futuro con optimismo. Zineddine Meflah y Derrick Amosah quisieron compartir su experiencia «para que la gente no mire mal a los niños y niñas que están ahí». Los dos jóvenes relataron sus vivencias como menores tutelados por el Consell ante los cientos de profesionales de la educación y del sector social que ayer participaron en las III jornadas sobre infancia que se celebraron en la UIB. «Mucha gente piensa que somos malas personas por estar en un centro de menores pero no es verdad, lo que necesitamos es cariño, una educación adecuada y sentirnos parte de una familia; eso es precisamente lo que nos dan los educadores», añadió Meflah.

Papeles

«Nos llaman ilegales por haber llegado sin familia ni papeles y para un niño es complicado entender que no tienes los mismos derechos que tus compañeros, necesitas respuestas», explicó por su parte Derrick Amosah. Es el Consell quien se encarga de regularizar la situación y los documentos de estos menores. «Hemos ayudado a unos 200 y la nueva normativa aprobada el mes pasado facilita las cosas, ahora podemos renovar hasta los 23 años el permiso de residencia y trabajo para que puedan integrase» explicó la trabajadora social Concha Montcades. «Hasta ahora esos documentos caducaban cuando cumplían 18 años si no tenían un contrato; eso les suponía un varapalo», añade.

La vida en el centro

«Al principio no confiaba en nadie pero me tranquilicé y poco a poco confié mis secretos a los educadores», confesó Zineddine Meflah. «Es un proceso normal, llegan menores que no han tenido ningún referente en quien confiar y cada uno tiene su momento», explica en ese sentido la educadora Carolina Esteve. Con el tiempo los compañeros de Zinneddine Meflah lo eligieron como su representante. «Yo trasladaba las peticiones que teníamos y al principio pedíamos una tele más grande, una piscina o videojuegos pero en el centro nos ayudaban a distinguir lo que era posible y lo que no», explicó. «Los profesionales somos sólo un grano de arena en su vida pero cada grano cuenta para construir su futuro», añadió Carolina Esteve. «A los 18 años sales del centro pero sigo recibiendo la ayuda de mis educadores, llevo todo lo que me enseñan en el corazón», concluyó Zinneddine Meflah.