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Los desprendimientos de rocas en los acantilados costeros de Mallorca son algo relativamente común, pero se dan de manera aleatoria y es muy difícil saber con precisión cuándo ocurrirán. Las imágenes del derrumbe de una pared en un lago turístico de Brasil hace una semana, que causó la muerte de diez personas, es difícil que tengan lugar en la Isla, pero el riesgo existe y puede ser mortal, según advierte el geógrafo especializado en este fenómeno Pau Balaguer. De hecho, una joven de 24 años murió aplastada y su amigo de 25 resultó herido muy grave al caerles encima una roca en Cala Vinyes (Calvià) el verano de 2019. El experto, que hizo la tesis sobre la evolución de las costas rocosas de Mallorca, detalla cuáles son los diez acantilados mallorquines con más probabilidad de desprenderse en cualquier momento.

«Son parajes muy frecuentados porque la Isla cada vez está más masificada y más gente busca rincones tranquilos», apunta Balaguer, y dice que son los «típicos lugares rocosos donde ira a pescar o a pegar un chapuzón». También dice que en estos puntos puede haber pequeñas cuevas poco profundas en las cuales suele entrar la gente, y que podrían derrumbarse cualquier día. Es más probable que sucumban después de un período de abundantes lluvias y de cambios bruscos de temperatura, hecho que puede producir fisuras en la roca que terminen por romperla. Las raíces de la vegetación también pueden desencadenar este proceso de colapso.

Los enclaves más inseguros

La zona litoral ubicada entre Peguera y la Costa de la Calma es uno de los puntos negros detectados por el geógrafo. A través de un pinar se puede acceder al Caló des Guix, rodeado de acantilados poco consistentes. Otra de las zonas críticas se encuentra en los precipicios que hay entre la urbanización de Vallgornera (Llucmajor) y la torre de s’Estalella. Tienen formas de voladizo, es decir, que la parte superior de la pared sobresale de sí misma, lo cual los hace más vulnerables ante la erosión causada por el mar y la meteorología. En el Llevant, Balaguer ha detectado otras dos zonas similares que son peligrosas: la que se encuentra entre la Punta des Bauç y Cala s’Almonia, al sur de Cala Santanyí, y entre la torre d’en Beu al Cap des Moro, al norte de Cala Figuera. El experto también destaca como un punto negro los alrededores de es Caló, pasado Betlem, porque los acantilados pueden ceder fácilmente.

En Alcúdia, considera que los precipicios costeros cercanos a La Victòria también pueden ceder cualquier día, y lo mismo dice de las paredes que envuelven la recóndita playa del Coll Baix. En el litoral de la Serra de Tramuntana el geógrafo cita tres enclaves inseguros: entre Béns d’Avall y Llucalcari (Deià); Cala en Basset (Andratx) y Cala Banyalbufar. Sobre esta última cala, destaca que es «muy peligrosa», porque el torrente que desemboca en forma de pequeña cascada precisamente favorece el proceso erosivo y aumenta la peligrosidad. Aun así, Balaguer recuerda que ya existen medidas de prevención para estabilizar la pared y evitar que se derrumbe. Y que el Instituto Geológico y Minero de España ha hecho estudios completos sobre el lugar. Otras zonas peligrosas, pero que están debidamente señalizadas con carteles, son la que hay entre las islas Malgrats y las Penyes Rotges de Port Adriano, y entre Punta Negra y Illetes.

El apunte

Consejos para reconocer con tiempo un desplome

El tiempo para reaccionar ante un posible desprendimiento es limitado y dependerá de las características de cada lugar y de cuánta masa rocosa caiga. «Primero se escuchará un crujido muy fuerte, que ya nos debe alertar de que hay que huir; después empezará a producirse polvo y seguidamente la pared empezará a caer», explica el geógrafo Pau Balaguer. También es aconsejable fijarse en si la fisura que pueda tener el acantilado sea suficientemente grande para favorecer su caída.