Pescadores meriendan en el Moll de Palma en 1956.

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«La cultura marinera se pierde porque la gente desaparece, es ley de vida; lo que debemos de hacer es reivindicarla», afirma Rafel Mas, pescador de 69 años procedente de Santa Pola (Alicante) que ha pasado gran parte de su vida faenando en Baleares. Con este mismo propósito el Museu Marítim de Mallorca reunió el sábado en el Centre Cultural Ses Voltes de Palma a Mas y otras tres personas estrechamente vinculadas al mar, con el objetivo de divulgar la cultura y el argot marineros de las Islas, un patrimonio en vías de extinción.

«Es una forma de hablar muy determinada, que solo usa la gente del mar», asegura Mas. Cuando una barca estaba hasta arriba de pescado, otra se encargaba de llevarlo al puerto para optimizar tiempo. A este se le conoce como fer correu, comenta. Otra palabra usada por los pescadores es bastina, es decir, el pescado que no tiene escamas, como las rayas. Mas también recuerda que cuando era pequeño venía a Mallorca para capturar gambas. «Ahora puede parecer mentira, pero por aquel entonces aquí no se pescaba porque la gente no las comía», explica, y recuerda que hasta los años sesenta o setenta la cosa no empezó a cambiar.

Dos hombres reparan las redes de peca utilizando los dedos de los pies para estirarla.

Otro de los ponentes que participó en la mesa redonda es el mestre xarxer Jaume Amengual, que pertenece a la séptima generación de una familia de pescadores provenientes del barrio del Molinar. Atiende a este medio embarcado, como no puede ser de otra manera. Admite que mucho vocabulario náutico se está perdiendo y destaca un refrán popular para prever el parte meteorológico: Boira pastura, vent o aigua segura. Su padre Sebastià Amengual le introdujo en la pesca, y con él salía a navegar desde pequeño. Recuerda la palabra rabassa, que es la raíz de una mata que se utilizaba como leña para hacer fuego a bordo, tanto para calentar como cocinar. «Parece algo muy antiguo, pero he vivido estas cosas», dice.

Rafel Perelló, de Manacor, se define como «aficionado a la cultura popular» y también fue invitado por el museo. Su conocimiento es enciclopédico y cuando todavía no ha acabado de explicar el significado de una palabra en desuso ya cuenta la siguiente. Ha entrevistado a cientos de payeses y pescadores, y asegura que de estos últimos siempre ha habido «muchísimos» menos. «Su mundo se pierde a una velocidad vertiginosa», lamenta. En Pollença, cuando se quería decir que el mar está como una balsa de aceite, decían que la mar és aup. «Incluso la gente de allí ahora lo desconoce», asegura Perelló. Cuando un pez sale del agua, entre los pescadores se dice que brolla. También destaca que los marineros, con la intención de curar el dolor de cabeza, llevaban como colgante una pedra de corball, un hueso de corvina. «Con el mismo objetivo era muy habitual que se pusieran un caballito de mar seco debajo de la gorra», comenta.

Un hombre en el moll de Palma en 1910.

La lengua del Mediterráneo

El sabir, originalmente llamada lingua franca, fue una lengua simplificada que se nutría de múltiples idiomas románicos, como el latín, el genovés, el portugués, el catalán, el castellano y posteriormente el griego, el turco y el árabe. «Era una jerga usada entre marinos y comerciantes procedentes de diferentes países que se usó entre el siglo XIV y el XIX», explica el capitán de la marina mercante, Jaume Ferrando, que también participó en el evento. «Se dice que las palabras escórpora, botafoc o espalmador vienen de esta lengua», dice, y recuerda que Miguel de Cervantes la menciona en el Quijote.