Antonio Rodríguez Perea, fotografiado en un pasillo del edificio Guillem Colom, en la UIB. | M. À. Cañellas

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Antonio Rodríguez Perea (Tarragona, 1951) se jubila tras 40 años en la UIB, 30 como profesor y 10 como emérito. La Societat d’Història Natural de Balears le ha dedicado su último monográfico, que se presentará, como homenaje, el 4 de abril en Ca n’Oleo. Rodríguez Perea fue también director general de Recursos Hídricos durante cinco años y medio. Es una de las personas que más sabe de geología e hidrogeología de Baleares.

Profesor de Geología durante décadas, pero su formación inicial es la de capitán de la Marian Mercante.

—Sí, y eso que empecé a estudiar Biología. Como natural de Tarragona, los barcos me gustaban mucho y estudié Náutica en Barcelona. Navegué durante diez años.

¿Cómo pasó a la Geología?

—Un compañero de residencia estudiaba Geología y empezó a gustarme. Me organicé de tal manera que navegaba medio año y el otro medio lo dedicaba a la Geología. Los profesores fueron flexibles. Recuerdo que hacíamos muchas salidas de campo, al menos una al mes, y varios campamentos al año. Los estudiantes de ahora no hacen tantas salidas, ni mucho menos.

¿Y cómo llegó a Mallorca?

—Precisamente, en una de esas salidas fuimos a Mallorca y me gustó mucho. Aquí hice mi tesis de licenciatura, concretamente en Banyalbufar. Ya no volví a navegar. Contacté con Lluís Pomar y montamos el Departamento de Geología de la UIB, que luego Nadal Batle juntaría con el de Geografía.

¿Cuál es su visión de la UIB?

—Hemos pasado de ser una universidad pequeña y provinciana a ser una universidad muy bien formada, bien situada en los rankings internacionales y con muchas posibilidades de futuro. Basta ver la cantidad de alumnos de intercambio de numerosos países que vienen aquí a estudiar. Sigue siendo una universidad pequeña, pero eso ofrece muchas ventajas. No hay masificación, no hay aulas con 200 alumnos, el trato con los profesores es más cercano e incluso las prácticas son casi a medida.

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¿Qué destacaría de la geología de Baleares?

—Balears es la consecuencia de la presión del golfo de València y la cuenca argelina, reflejo a su vez de la compresión entre las placas africanas y europeas. Esta compresión continúa y se manifiesta en los grandes bloques de rocas que aparecen sobre zonas elevadas, transportados por tsunamis causados por los terremotos de Argelia. La mayoría de estos bloques son de hace unos 250 años, pero los hay que se remontan a hace 1.500 años. Por otra parte, estoy especialmente satisfecho del descubrimiento, junto con otros compañeros, de un afloramiento del período Carbonífero de la era Paleozoica en Mallorca. No se conocía ninguno. Está situado en s’Hort de sa Cova, cerca del Port des Canonge.

¿Y cuándo derivó su dedicación hacia la hidrogeología?

—Estudiamos las inundaciones de Campos, Felanitx y Manacor de 1989. En Campos, el caudal acumulado era como el del río Ebro, como hace unos años en Sant Llorenç.

¿De qué se siente satisfecho como director general de Recursos Hídricos entre 1999-2003 y 2010-2011?

—Precisamente, del desvío del Torrent de Manacor y de poner en marcha el aprovechamiento del caudal de sa Costera, una de las obras hidráulicas más importantes de la historia de Balears y la más original. También declaramos los monumentos naturales de ses Ufanes, del Torrent de Pareis y del Broll de Buscatell, en Eivissa.

¿Qué recuerda del proceso de sa Costera?

—En la gestión hídrica existía la mentalidad muy limitada de, simplemente, poner en contacto un punto de suministro de agua con un punto de consumo. Y si no es suficiente, instalamos desaladoras. Demostramos que el acuífero de s’Estremera es estanco. Es decir, con un nivel freático por debajo del nivel del mar no recibe infiltraciones, ni del propio mar. Ello significaba que en el acuífero de s’Estremera podíamos infiltrar el agua de sa Costera y que el primero funcionase como una gran reserva hídrica. Eso fue decisivo para el proyecto y aprovechamos así un caudal de calidad que se perdía en el mar.

La desaladora de Palma no ha funcionado a más del 60 % de su capacidad desde 2009. ¿No habría que aprovechar las desaladoras para que los acuíferos se recuperaran?

—Sí, pero es más barato extraer de los acuíferos. Las desaladoras tienen un alto consumo energético, pero no veo que la de Palma, por ejemplo, tenga todo su techo con paneles solares. Lo mismo podría hacerse con todas las depuradoras. El agua depurada se aprovecha, pero podríamos aprovecharla más. Y lo que hay que hacer es separar redes de aguas pluviales y fecales. Entiendo que para un político con una legislatura de cuatro años son obras muy molestas e impopulares, pero apelaría a pactos entre partidos para abordarlas en plazos más largos, por ejemplo de doce años.

¿Qué le pareció su paso por la política?

—Es dura, a veces sucia, pero siempre la defiendo. Hay políticos buenos y malos, como en todos los oficios. En la política hay gente que quiere prestar un servicio y otra que quiere aprovecharse de ella. No podemos olvidar que los políticos son un espejo de nosotros mismos, un reflejo de la sociedad.

En su etapa política tuvo muchas presiones y alguna querella.

—Sí, empresas de sondeos me pusieron una querella porque suspendí la apertura de pozos durante la sequía de 1999-2001. Querían que el Govern les indemnizase. Fue archivada. Sigo pensando que deberían regularse las captaciones en fora vila y obligar a hacer más cisternas y aljibes, que no precisan de bombeos. Parece que con los pozos hay algo de este agua es mía, pero olvidan que el agua es un dominio público.