Mallorquines encuestados por Ultima Hora. | Marina J. Ramos

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La costumbre de dar dos besos ha sobrevivido a la pandemia. A pesar de que en un principio se llegó a temer que las mascarillas pusiesen en peligro de extinción esta costumbre al encontrarse con alguien, los gestos de cariño persisten. La mayoría asegura ya no tener miedo a contagiarse, aunque hay quienes aún lo evitan, bien por motivos sanitarios o por considerarlo «una costumbre rara y poco higiénica».

El inquer Juan Ferrer lo tiene claro. Desde hace más de un año ha vuelto a besar, porque «sin besos no hay vida», dice con una sonrisa pícara. Para él, el volver a besar es un gran paso hacia la antigua normalidad. Iván Hernández es un joven de Palma y reconoce que, incluso tras el confinamiento, siguió dando besos. «Nunca he dejado de darlos». Al principio solo besaba a sus familiares y amigos más cercanos, pero, a medida que los casos han ido bajando, ha vuelto a dar dos besos incluso a desconocidos. «Creo que la incidencia es baja. Con la vacunación y las medidas que hemos tomado creo que podemos pasar página», mantiene este palmesano, que considera los besos como un gesto importante de aprecio, sobre todo de cara a la familia y amigos. Paola Monzani también opta por volver a besar: «Considero que es muy importante no perder ese afecto con las personas». Ahora, para ella, prevalece recuperar este gesto de cariño que la precaución para no contagiarse.

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Del mismo modo piensa la palmesana Laura Pérez, que hace un año que ha vuelto a dar besos a sus amigos y familiares más cercanos, aunque reconoce: «Si la otra persona ves que también se lanza a dar dos besos sí los doy». En su caso, tampoco es que le haya hecho demasiada ilusión: «Preferiría dar la mano, pero como hay tradición de dar dos besos, tampoco vas a hacer un feo a la otra persona».

A Caterina tampoco le entusiasma la idea de volver a dar besos a desconocidos. Si puede, lo evita. Trabaja en la construcción y «afortunadamente», dice, la costumbre de dar dos besos a los profesionales que conoce en su trabajo parece haberse perdido con el coronavirus. Su madre, Cati, comparte su misma situación: «Antes de la pandemia trataba con muchos clientes y a las mujeres siempre se les solía dar dos besos. Esto de momento no ha vuelto», confiesa aliviada.

Los más mayores son quienes se muestran más reacios y cautos a volver a tocar y besar por motivos sanitarios. Aunque muchos lo están deseando, el coronavirus aún les impone respeto y prefieren seguir manteniendo la distancia. Lena Adrover, de Palma, no besa a sus hijos desde que empezó la pandemia: «Hasta que todo esté mucho más regularizado no pienso hacerlo», se reafirma. Cree que es «demasiado pronto» y arriesgado y prefiere esperar unas semanas o meses más antes de volver a acercarse a sus seres más queridos. Lo considera «un último esfuerzo» para proteger y protegerse, «después de todo lo que hemos pasado». También opta por esperar Geli Carrera, una jubilada residente en Palma: «Por precaución, esperamos un poquito». Una minoría se resiste, pero, por lo general, los besos han vuelto para quedarse.