El inquer Juan Ferrer lo tiene claro. Desde hace más de un año ha vuelto a besar, porque «sin besos no hay vida», dice con una sonrisa pícara. Para él, el volver a besar es un gran paso hacia la antigua normalidad. Iván Hernández es un joven de Palma y reconoce que, incluso tras el confinamiento, siguió dando besos. «Nunca he dejado de darlos». Al principio solo besaba a sus familiares y amigos más cercanos, pero, a medida que los casos han ido bajando, ha vuelto a dar dos besos incluso a desconocidos. «Creo que la incidencia es baja. Con la vacunación y las medidas que hemos tomado creo que podemos pasar página», mantiene este palmesano, que considera los besos como un gesto importante de aprecio, sobre todo de cara a la familia y amigos. Paola Monzani también opta por volver a besar: «Considero que es muy importante no perder ese afecto con las personas». Ahora, para ella, prevalece recuperar este gesto de cariño que la precaución para no contagiarse.
Del mismo modo piensa la palmesana Laura Pérez, que hace un año que ha vuelto a dar besos a sus amigos y familiares más cercanos, aunque reconoce: «Si la otra persona ves que también se lanza a dar dos besos sí los doy». En su caso, tampoco es que le haya hecho demasiada ilusión: «Preferiría dar la mano, pero como hay tradición de dar dos besos, tampoco vas a hacer un feo a la otra persona».
A Caterina tampoco le entusiasma la idea de volver a dar besos a desconocidos. Si puede, lo evita. Trabaja en la construcción y «afortunadamente», dice, la costumbre de dar dos besos a los profesionales que conoce en su trabajo parece haberse perdido con el coronavirus. Su madre, Cati, comparte su misma situación: «Antes de la pandemia trataba con muchos clientes y a las mujeres siempre se les solía dar dos besos. Esto de momento no ha vuelto», confiesa aliviada.
Los más mayores son quienes se muestran más reacios y cautos a volver a tocar y besar por motivos sanitarios. Aunque muchos lo están deseando, el coronavirus aún les impone respeto y prefieren seguir manteniendo la distancia. Lena Adrover, de Palma, no besa a sus hijos desde que empezó la pandemia: «Hasta que todo esté mucho más regularizado no pienso hacerlo», se reafirma. Cree que es «demasiado pronto» y arriesgado y prefiere esperar unas semanas o meses más antes de volver a acercarse a sus seres más queridos. Lo considera «un último esfuerzo» para proteger y protegerse, «después de todo lo que hemos pasado». También opta por esperar Geli Carrera, una jubilada residente en Palma: «Por precaución, esperamos un poquito». Una minoría se resiste, pero, por lo general, los besos han vuelto para quedarse.
4 comentarios
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Mi teléfono echa humo . Como abrazador y besador profesional desde que acabó la plandemia sólo duermo dos horas . El banco de esperma me ha hecho un contrato fijo y he tenido que encargar tres clones más a los servicios de inteligencia . Espero que entre los cuatro podamos dar abasto a la gran demanda de lengüetazos . Ésta necesidad de encontrarse con el prójimo que estamos viviendo no tiene parangón . La única forma de hacer frente a la programada agenda 2030 es procrear y llenar el paraíso de vida
JoanNo he dejado de bar ni besos ni abrazos ni estrechar la mano a todo el mundo en dos años y aquí sigo escribiendo y viviendo con total normalidad. Eso se deshumanizar, no dejeis de tener contacto fisico.
JoanAhora resulta que informarse en redes sociales sobre el estado de los hospitales es una herramienta de fiar, pero, cuando se realiza para informar de que la pandemia que hemos vivido no se diferencia mucho de los fallecidos por gripe, es una fuente conspiranoica. Muy interesante el doble rasero.
Todavía se contabilizan diariamente muchos muertos. Y si ha ocultar los ingresos hospitalarios y de la UCI se le llama haber terminado la pandemia estamos arreglados. En las redes sociales aparecen algunos comentarios de trabajadores sanitarios que indican lo contrario. Me viene a la mente la expresión te comeré a besos.