Manera, en el exterior del Palau de la Premsa. | Jaume Morey

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Carles Manera vive alejado de la política, centrado en su trabajo como consejero del Banco de España. Acaba de publicar, junto con otros autores, un libro, Industrialització històrica i la nova indústria a Balears, (1850-2022), que se presenta mañana en Palma.

En su libro defiende que Balears tiene y ha tenido industria, algo que se pasa por alto.
— Ha habido sectores de industria tradicional, pero la gran novedad de esta investigación está en identificar sectores donde puede crecer la industria, vinculados al Parc BIT o al nuevo distrito tecnológico de Palma. Hay recorrido y las inversiones de Next Generation deberían canalizarse a actividades reales de mercado y que sean eficientes.

Se habla de diversificación de la economía, pero aún es una gran abstracción.
— No se acaba de concretar cuál podría ser la hoja de ruta. Volver a la agricultura o a la industria no parece sensato y la idea es diversificar el sector terciario:más valor añadido en investigación y servicios relacionados con sanidad, educación y servicios sociales. Es el concepto de ‘serviindustria’, para que los servicios actúen de palanca de esa nueva industria: biomedicina, software, transición ecológica...

¿Llegaremos a ver menos trabajadores en el sector turístico y más en esos otros sectores?
— Lo deseable sería que suceda eso. El análisis que hemos hecho sobre el Parc BIT calcula que ha aportado entre    un 0’8 % y un 2 % del PIB, el doble de lo que aporta la agricultura en un microcosmos muy pequeño.

Ese cambio lleva tiempo.
— Hay un error en la política de Balears: cuando gobierna la izquierda, los movimientos sociales exigen un cambio inmediato y, si no se hace ese cambio, se le acusa de traidora. Hay que ser rigurosos porque los cambios no se hacen de forma abrupta. Ha habido horizontes para transformar, pero se necesita tiempo y recursos, además de colaboración de empresarios y sindicatos. Se necesitan las luces largas.

En el libro hay una especie de alerta contra cierta añoranza hacia la Mallorca preturística.
— Hay una cierta visión utopista de esa Mallorca, alimentada por intelectuales y escritores de izquierdas. Es una idea romántica que bebe de Llorenç Villalonga o del modernismo y que ha llegado a comparar Mallorca con Sicilia, cuando no tienen nada que ver. No se puede renunciar a actividades que generaron valor añadido en el pasado y que aún existen, como el sector del calzado o de la producción de azulejos o agrícola. Hay una oportunidad de mercado en estos aspectos, pero el desarrollo económico tan potente como el de Balears no puede pensarse desde una sociedad agrarizada o ruralizada.

Habla de autoodio económico...   
— Lo hay. Se da la imagen de que, hasta los 60, los señores vivían en sus casas y los campesinos estaban en un páramo de actividad o huían, y que, a partir de los 60, llega el beneficio generado por los hoteleros y eso explota. Eso es una caricatura que ignora que aquí había actividades que generaron crecimiento y que persisten. Ni el sector turístico es redentor de miserias ni en el pasado se vivía mejor y la gente era feliz bailando ball de bot. Estamos en un tópico que debe romperse con la ciencia.

En todos estos años el PIBper cápita ha caído.   
— Estamos en séptimo lugar en el ránkig y no debemos dramatizar por pasar de la uno a la siete. Es importante tener en cuenta que ahora tenemos muchísima más gente que antes, un 30 % más en muy pocos años. La economía arrastra y provoca un efecto llamada económico. Ha aumentado el denominador, pero también el numerador.

¿Entonces más turismo no nos ha hecho más pobres?   
— Eso es algo reduccionista y entronca con las teorías del decrecimiento. La renta familiar de Balears es elevada y hay mayor capacidad de obtener ingresos por la actividad poliédrica del sector servicios, que es mucho más rica de lo que nos pensamos. Hay que bucear en este sector para ver cómo podemos diversificar.

El apunte

«¿Decrecimiento? Sí, en intensidad energética»

Al consejero del Banco de España no parece gustarle la palabra decrecimiento. Cuando se le pregunta por ello, asegura que el decrecimiento debería mirar a los inputs energéticos para conseguir una economía que sea menos intensiva en consumo de energía. Cree que ha llegado el momento de rebajar el consumo de petróleo para generar economía. Explica que la intensidad energética de una economía se mide por la cantidad de petróleo que se utiliza para producir una unidad monetaria, por ejemplo un millón de euros. Esa medida sirve para ver si el crecimiento económico va unido a una mayor intensidad energética o es más eficiente y la intensidad baja, que es algo que ya está pasando en Balears y en Catalunya, según un estudio en el que participó Manera. Insiste en que es aquí donde debe decrecerse, en emisiones de CO2. «No creo que decrecer el PIB sea la solución y se ha visto durante la pandemia. ¿Qué se hace con las familias que se quedan sin empleo? Quienes defienden decrecer deben explicarlo».