La francesa Laura Costa, de 25 años, sostiene en brazos a su recién nacido. | Pere Bota

TW
0

Laura Costa cuenta que rompió aguas en el Bar España, justo al lado de la parroquia de la Mare de Déu Montserrat, donde vive con su pareja desde hace seis meses. Natural de Francia, Costa conoció a su marido en México, de donde procede. A finales del año pasado, la joven de 25 años volvió a su país de origen junto a él, y entonces se enteró de que estaba embarazada. Decidieron tener el bebé. Disponía de ahorros suficientes y en enero vinieron a Mallorca, donde Costa ya había vivido. Encontraron un piso, pero la experiencia fue «desastrosa», según asegura en un perfecto castellano sentada en la oficina de la parroquia.

Cambiaron de piso, pero todo fue a peor y acabaron viviendo en la calle varios días de invierno y todavía embarazada. Por suerte, una amiga suya le habló de Sojorn, el proyecto social de acogida de la parroquia y acudieron a la iglesia. «Conocimos al padre Jaume y a Carolina, les explicamos nuestra historia y las dificultades que pasábamos; nos aceptaron», comenta. Carolina Soruco, que coordina la iniciativa, interrumpe a Costa: «Cuando llegó aquí no podía ni contar su historia por la presión emocional que tenía; cuando supo que podía quedarse rompió a llorar», apunta.

La joven reitera que la situación era dura y que sintió un gran alivio. Al tener un techo pudo empadronarse, acudir a un ginecólogo y seguir los controles de su embarazado. Además, la pareja pudo iniciar los trámites para conseguir todos los papeles necesarios para trabajar en la isla. «El objetivo es encontrar un empleo estable e independizarnos», dice, aunque confiesa que les dará mucha pena abandonar la comunidad».

«Nuestra historia es una de las miles que hemos conocido aquí, estar con esta gente desprende una gran solidaridad», añade. Entre risas, opina que «somos gente normal a la que le pasan cosas muy raras; en las vivencias extremas hay algo muy humano que nos une a todos», concluye.