Lo primero que hay que comprender es que la persona que tartamudea tiene un mecanismo distinto a la hora de hablar. La cadena de movimientos cuando pronuncian las palabras es distinta, pero no existe una única causa que provoque la tartamudez. La experta en este ámbito explica que hay cinco factores que la causan: «el lingüístico, el ambiental, el psicológico, el genético y el neurofisiológico».
La tartamudez se suele detectar en los primeros años de vida. De los 2 años y medio a los 6 es la etapa más común para percibirlo, porque hay una explosión lingüística cuando los niños empiezan a hablar. «En estos casos es un pediatra quien toma la decisión sobre el diagnóstico», comenta Llobera. También, aunque no es lo habitual, puede aparecer en niños de 10 a 12 años. En estos casos, la logopeda y pedagoga explica que «recomendamos siempre remitirlo al neurólogo porque puede tener otra causa y es importante tener en cuenta si tiene antecedentes genéticos en la familia».
Para ayudar a personas con trastorno en la fluidez del habla existen una multitud de tratamientos, aunque no se puede trabajar con los provocados por causas genéticas o neurofisiológicas. En las edades más tempranas hay una intervención directa con los padres. «Hoy en día hacemos una descripción de las diferencias atípicas que estamos recogiendo en ese momento con ese paciente y luego vamos trabajando también en función de sus exigencias», explica Llobera. La tartamudez no se elimina «es una característica que tiene esa persona en el habla, aunque lo que sí que se puede conseguir es que mejore». Lo más importante en estas situaciones es intervenir cuanto antes e informar. La logopeda asegura que de esta forma «hay muchísimas más posibilidades de que no se instaure este trastorno de fluidez y si se instaura sea de una manera distinta, mucho mas flexible que si no se ha trabajado nada».
La tartamudez puede suponer un condicionante a la hora de mantener relaciones sociales con otras personas si no ha habido un buen trabajo previo sobre seguridad y aceptación. Esto sucede en todos los ámbitos y, «en estos casos evitan pronunciar según que palabras», aunque también es habitual en los centros educativos, «donde piden no hacer exámenes orales o leer en voz alta», señala la logopeda y pedagoga.
Sin embargo, también hay personas con disfluencia que no quieren recibir tratamiento porque no consideran que suponga un problema. La logopeda afirma que si una persona se encuentra con el espacio adecuado para expresarse no hay porque intervenir y pide que nadie acuda a un especialista forzado. «Hay niños que son felices con su habla, pero a quien preocupa es a sus padres o al profesor porque le inquieta cada vez que le escucha», explica. Para evitar que una persona con trastorno de fluidez se pueda sentir incómoda hay que respetar su tipo de habla, no hay que instarle a que acabe rápido, ni tampoco terminarle las palabras. Marina Llobera recuerda que «vivimos en un mundo muy controvertido y muy acelerado y esto no ayuda».
6 comentarios
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Esta logopeda le da un enfoque más racional , abre la puerta a aplicar multitud de tratamientos y desdramatiza el problema . A mi tartamudear no me parece una limitación tan importante y lo que me parece de traca es que alguien plantee que es un problema para el niño porque se van a burlar de él , en todo caso el problema y la intervención sería necesaria para los que cometen esas burlas y una preocupación para los padres de esos niños , no para el que es objeto de ellas . De todas formas si algunos padres prefieren transmitirle a a su hijo que la tartamudez es algo muy grave que le convierte en un ser incapaz pues qué se le va a hacer , amárguenle el carácter y creen un ser de personalidad frágil e insegura que sufrirá toda la vida por tener un problema que en realidad le crearon ellos .
Esta es como el fake de la profesora y la fotosíntesis: "poner en una sola las fotos de tus amigas."
A los padres no les 'molesta'. A los padres les puede preocupar que su hijo/a tenga problemas para comunicarse con la gente. A los padres les puede quitar el sueño, que su hijo/a sea objeto de burlas en el colegio, o en otros sitios, cuando su tartamudez sea evidente. Y esa inquietud a mi me parece lo más normal del mundo, porque la mayoría de gente quiere a sus hijos, señora.
Hay que tenerlos cuadrados para decir que alguien es feliz tartamudeando. Vaya narices.
Vamos a ver si cuando lleguen a adultos siguen felices con la tartamudez. Lo que hay que leer.
Claro, hay niños que son felices intentando decir una frase en wuince minutos, venga vamos.