No es posible entender el sindicalismo en Baleares, ni tampoco la evolución del sector de la hostelería sin atender a la experiencia del responsable actual de la Escuela de Formación Sindical de la UGT en las Islas, Francesc Obrador; o Paco Obrador, que así le llaman quienes le conocen bien.
¿Qué ha pasado con el convenio de hostelería? ¿Es una crisis sindical?
—Qué va, son gajes del oficio. Pasa lo que siempre ha pasado. El sindicato mayoritario en Hostelería es UGT, con una representación del 60 %, y por eso firmó. Otras veces ha sido al revés, como en el de Transportes. Además estamos en periodo de elecciones sindicales y todos quieren hacerse notar. Todo lo que supone disparidad vende mucho. Basta ver lo de Shakira y Piqué.
Usted ya estaba en el sindicalismo antes de la muerte de Franco.
—Sí, sí, desde el año 68 [murió en 1975]. Empecé en Comisiones Obreras que, entonces, lógicamente era un movimiento social. Los sindicatos eran ilegales. Y fue en 1976 desde la Alternativa por un Sindicato Unitario de Trabajadores de la Hostelería, la ASUTH, que luego se integraría en la UGT, cuando conseguimos tras una huelga un salario mínimo de 25.000 pesetas. Pero yo empecé en el calzado, en Gorila.
¿Y cómo pasó a la hostelería?
—Empecé a trabajar en la fábrica de Calzados Gorila a los 14 años, estuve allí hasta 1968, que fue cuando me di cuenta que el futuro de Balears era la hostelería. Me ofrecieron ir de contable al hotel Punta Negra, en Calvià. Ahí montamos las primeras reclamaciones y huelgas, hasta que, de muy buenas maneras, eso sí, me pidieron que me fuera. Es que los de la Brigada Político Social [la policía del franquismo] estaban allí a todas horas. El Punta Negra era el sitio de ligue de los jerarcas del Régimen y no estaban ahí para huelgas ni reivindicaciones obreras.
¿Y fue entonces cuando se lo ocurrió montar los viajes del Imserso?
—No, eso fue más tarde, ya era alcalde de Calvià. Entonces, la política municipal estaba muy vinculada a la sindical. Y Calvià es un municipio turístico, con mucha gente trabajando en la hostelería. Entonces fue cuando me planteé qué hacemos en invierno. Joaquín Almunia era ministro de Trabajo y le planeé lo de la ocupación en invierno. Era más barato para el Gobierno financiar los viajes que pagar el paro a los trabajadores. Esa idea se probó primero en Mallorca y luego se extendió a toda España. Y hasta ahora. También habíamos sido los primeros en conseguir que se reconociera un sueldo al personal de hostelería en invierno. Y en 1979 se reconoció oficialmente la figura del fijo discontinuo.
¿Por qué empezó usted en Comisiones Obreras y no en UGT?
—Es que UGT no existía entonces, como tanta gente yo militaba en el PCE, que impulsó la creación de comisiones en los diferentes centros. Su idea era sustituir a los sindicatos verticales, desde dentro.
¿Cómo recuerda a Nicolás Redondo? ¿Le conocía?
—Claro, era un gran amigo mío, hasta le organizaba las vacaciones. Su papel es fundamental. Frente a las tesis de CCOO, más próxima a la creación de un sindicato único que sustituyera al sindicato franquista, la propuesta de la UGT pasaba por adherirse al sindicalismo socialista de Europa.
Al final, Nicolás Redondo terminó rompiendo con el PSOE.
—No rompió con el PSOE, de hecho lo refundó con Felipe González, con quien mantuvo, eso sí, diferencias fundamentales. He presenciado discusiones que casi terminan llegando a las manos. Nicolás no quería un sindicato que fuera correa de transmisión del PSOE.
Usted fue secretario general de UGT en Balears y alcalde de Calvià.
—Fui candidato a alcalde por iniciativa del sindicato, ya le he dicho antes de la vinculación de los ayuntamientos a la calle y al sindicalismo. Y por eso se impulsó el cooperativismo y muchas actuaciones en relación a la hostelería y a los trabajadores del sector servicios.
¿El turismo sigue siendo la única alternativa para Balears o hay otra?
—Es la industria de Balears. El turismo suplió todo lo demás. Recuerde que fuimos líderes en calzado y en grifería, que Gorila exportaba a todo el norte de Europa y todo el mundo empezaba en la escuela con unos Gorila. Y que Buades era una referencia en grifería. Y la industria textil, que toda se fue al garete. El turismo la suplió. Hay que mejorar el modelo, yo vi cómo empezaban los botellones, pero tienes que tener claro dónde vas.
¿Fue su gran fracaso optar al Govern? Su propio partido le relevó como portavoz socialista.
—No me arrepiento de haberlo intentado, aunque mis ideas ya no estaban de moda entonces: yo pretendía hacer política desde la calle, como si fuera una actividad social. Soy y seguiré siendo del partido, pero vivo mucho mejor desde que me jubilé. Mi último puesto político fue presidir el CES (Consell Econòmic i Social). Me jubilé y estuve dos años de cooperante.
Y además ha sido cura.
—Entraba en mi idea del compromiso, de los cristianos por el socialismo, de la doctrina social de la Iglesia. Digamos que nunca ejercí.
¿El sindicalismo es necesario hoy?
—Sí, pero tenemos que entender la nueva realidad. El sindicalismo tiene que ser de clase. Hay sindicatos para cada sector. El sindicato de clase va más allá del laboral e incide en lo social y en todo lo demás.
¿El teletrabajo nos libera?
—Le tengo un miedo terrible al teletrabajo. Viví en Austria el desarrollo de los primeros ordenadores. Allí conocí los call center. El trabajo a distancia puedes hacerlo tanto por 400 euros como por 6.000. Me da miedo la burbuja de la redes. Vea lo que ha pasado con los despidos de Facebook o Twitter.
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