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–¿Has visto esto? ¡Es la jungla, aquí hay más bichos que en Jumanji!

Ricardo Díaz observa desde su silla de ruedas cómo corretean decenas de pequeñas cucarachas por detrás de su sofá gris. El hombre, de 61 años, vive en una planta baja del Rafal Vell con su mujer, Loli Fernández, de 46, el hijo adolescente de ambos, ocho hámsters y los insectos que invadieron la casa desde que se la cedió el Ajuntament de Palma. El matrimonio fue desalojado hace casi un año del poblado de Son Banya. Su casa la derribaron.

–No gano para los botes de insecticida del Mercadona, lamenta Loli, vestida con una camiseta de los 101 Dalmatas. En su casa hay más de 101 cucarachas escalando por las paredes, detrás de uno de los muebles de su habitación y por los armarios de la cocina. La mujer abre uno de los cajones y señala los insectos que campan a sus anchas entre los alimentos.

Ricardo y Loli quieren que el Ajuntament de Palma les asigne otra vivienda mejor acondicionada para su situación. «Esta casa no me gusta. Me da tristeza. Yo he cogido ansiedad y depresión. La veo muy pequeña, con mucha humedad. La de Son Banya era mejor. Mi marido cabía en el baño y se podía duchar», asegura la mujer, que tiene que encoger la barriga y acceder de lado a la ducha.

El matrimonio lamenta las condiciones de la nueva casa

A Ricardo le cuesta maniobrar por la planta baja con su silla de ruedas. «No puedo ni entrar en el baño, no quepo. Lo podemos intentar si quieres y lo ves. Tengo que hacer las necesidades en la cama y mi mujer me tiene que limpiar. Esto es un tormento, no es una vivienda digna». El hombre sufrió un accidente hace aproximadamente un año cuando limpiaba chatarra en el campo junto al poblado de Son Banya. «Yo andaba con bastón, pero con dificultad porque tengo la polio. Me tropecé y caí. Me rompí el fémur en dos partes y me operaron. Me han puesto placas y fui a rehabilitación hasta que me dijeron que no podría andar nunca más, que me quedaba así, que por la polio los huesos no me aguantan».

Desde el Àrea de Benestar Social del Consistorio, cuentan, les prometieron que les cambiarían de casa, «pero aquí nos tienen esperando». A finales de febrero de 2022 se reunieron con el director general de Benestar Social del Àrea de Cultura i Benestar Social del Ajuntament de Palma. El Consistorio se comprometió a que en el caso de que Ricardo presentara un informe médico que acredite la necesidad del uso de una silla de ruedas le cambiarían de vivienda y les entregarían una adaptada a su necesidad, pero no ha sido así. Una vecina, de repente, aparece por la puerta y grita.

–¡Tendrían que ver cómo vivimos!

«Esto es un infierno. Me prometieron que iba a vivir mejor que en Son Banya y es al contrario. Es peor», explica Loli. «No es una casa en condiciones, yo merezco una igual que la que le han dado a todos los que han sacado del poblado», cuenta la mujer mientras se seca las lágrimas con una servilleta. «Solo pido una casa digna, no me voy a rendir». El matrimonio, que cobra una pensión de 460 euros cada uno, no ha pagado nada por la vivienda. «Nos dijeron que nos iban a cobrar 230 euros de alquiler».

Loli y Ricardo dicen que no pueden dormir bien por la cantidad de cucarachas que merodean por la vivienda. «Es una invasión de bichos, el Ajuntament nos dice que paguemos 150 euros para eliminarlos, pero yo no tengo que poner nada, son ellos, a mí me sacaron por la fuerza de Son Banya».

Mira, parecen marcianitos– dice Ricardo apuntando con el dedo a un grupo de cucarachas.