La presidenta del PP, Marga Prohens. | T. AYUGA

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Cuando uno lo tiene de cara en política, lo mejor es no moverse y dejar que los vientos favorables empujen hacia la victoria. Marga Prohens lo tenía de cara en estas elecciones –o lo tiene, ya se verá–, pero se ha movido y, en tres días aciagos para la candidata del PP, ha cometido dos importantes errores: su comida con José María Rodríguez y sus declaraciones sobre las camas elevables. La comida es lo importante. Que desde la dirección del PP pidieran a los asistentes que no se tomara ni una foto del encuentro demuestra que Prohens sabía que una imagen de la cita podía ser una bomba de relojería, como así ha sido.

Y, pese a todo, fue. ¿Por qué? Allí no se habló de listas y quien lo diga desconoce cómo funciona el PP balear. Aquella fue una comida organizada por Rodríguez para que una parte de ese ‘rodriguismo' antropológico en peligro de extinción en el partido, un sector que ve con escepticismo a la hornada de jóvenes que dirige la formación –la cuchipandi, la llaman algunos–, apoyara a Marga Prohens. Todos los votos serán decisivos en estas elecciones, también los de esos rodriguistas. Prohens arriesgó y perdió. Ahora se enfrenta a las consecuencias de una decisión equivocada: la imagen lo es todo en tiempos virales y la suya ha quedado tocada.

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Una de esas consecuencias es que puede perder votos de ese ‘antirrodriguismo' antropológico que sigue vivo en el PP; la otra, que ha puesto en evidencia a Alberto Núñez Feijóo en medio de la ofensiva ‘popular' contra Tito Berni y demás compinches. La comida deja algunas certezas y una de ellas es que todavía hay una parte del PP que no controla Prohens y que actúa como ese escorpión que no puede sustraerse a su naturaleza y pica a la rana mientras cruzan un río aunque ambos se ahoguen.

Y luego está «la tontería». La candidata metió la pata al asegurar que poner camas elevables era una «tontería en política turística». Gobierno y Govern sacaron toda su artillería tuitera contra Marga Prohens, que hasta se llevó toques de la vicepresidenta Yolanda Díaz, y de su enemiga íntima, la ministra Irene Montero. Por cierto: enemiga íntima de ambas, para que se entienda. Sobre la tontería han corrido ríos de bytes en las redes sociales y la ofensiva ministerial ha servido para tapar lo otro, que era lo importante. Pero el error de Prohens ahí queda: ha desactivado a una parte de los suyos y ha activado al enemigo, lo peor a dos meses de unas elecciones.