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«Del momento ke yo entyendo el Espanyol Kastellano vozos puedesh entender el djudeo Espanyol ke es mi lingua materna. Espero de sentirvos o leervos presto». Dar con Jacky Benmayor, el último hablante de judeoespañol en Grecia, requirió escribir a tres personas y casi dos meses de espera hasta recibir su primer correo electrónico. Los descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica por los Reyes Católicos en el siglo XV, como Benmayor, todavía conservan con orgullo este idioma que se entiende perfectamente, sobre todo al escucharlo. Esto se debe a que procede del castellano medieval, aunque incluye palabras del turco, árabe, hebreo, griego, catalán y portugués.

Nada más empezar la videoconferencia, este griego de 77 años confiesa estar feliz de poder charlar en la lengua que aprendió en casa y que ahora no tiene con quien usarla. «De mi edad no queda nadie que la hable», lamenta, aunque la tía de su esposa, de 90 años, sí que la mantiene y «le place hacerlo», asegura.

A Benmayor le contactan muchas personas de todo el mundo por ostentar el triste título de ser el último hablante, confiesa con cierto resquemor, pero muy pocos saben de su origen mallorquín. «Muchos apellidos hebreos, como el mío, van precedidos por ‘Ben', que quiere decir ‘hijo de'», explica. En Salónica, la segunda ciudad más grande de Grecia, y en donde vive, había más de 30 sinagogas a principios del siglo XX. «Cada una llevaba el nombre de la región de donde provenían los que las fundaron incluso antes de la expulsión de 1492, como Castilla, Aragón y Mallorca», dice, y señala que de forma coloquial se referían a este último lugar de culto como ‘Mayor'. De ahí que su apellido signifique ‘hijo de Mallorca'. También recuerda que un estudioso local documentó que las familias Benmayor solamente acudían a la sinagoga Mallorca, lo que refuerza su «conexión» con la isla. Pero esto no es todo.

Historia

«En 1391 hubo unas grandes persecuciones contra judíos y muchos huyeron al norte de África. En los años sesenta, en Israel, consulté una agenda telefónica, busqué mi apellido y encontré que había muchos, unas 30 o 40 familias. Comprobé que sus orígenes provenían de Argelia y Marruecos, donde muchos judíos mallorquines habían huido», rememora el sefardí, como también se conoce a los descendientes de los expulsados. «No puedo decir que mis antepasados provengan directamente de Mallorca y se instalaran en mi ciudad, pero existen estas relaciones», admite.

El horror de Auschwitz

La lengua materna de su padre, León, era el judeospañol, aunque en la escuela aprendiera griego, como él. De hecho, la mayoría de habitantes de Salónica a principios del siglo pasado eran judíos que hablaban judeoespañol y otras lenguas, pero apenas griego, según Benmayor. Los nazis exterminarían esta comunidad sefardí, enviando a unos 50.000 judíos de la ciudad a campos de concentración, un 95 % de la población de entonces. «Toda la familia de mi padre acabó en Auschwitz, él fue el único superviviente», recuerda.

Al regresar a su ciudad, León dio con un primo hermano que también se salvó y con su tía, que tenía una hija que vivía en Turquía. «Vino y se acabaron casando; aunque la familia de mi madre también era de Salónica, al cambiar de país, ella casi no sabía griego, pero sí inglés, francés y judeoespañol, que es en la lengua con la que siempre habló con mi padre y conmigo», dice, e insiste en que para él los últimos hablantes son los nacidos antes de la Segunda Guerra Mundial porque era su idioma materno.

«No hicimos ningún esfuerzo por hablarlo tras la guerra», reconoce, pero hace 25 años sí que organizaban quedadas para usarlo. Benmayor visitó tres veces Barcelona por trabajo y fue a Valencia invitado para hablar sobre este tema, pero no conoce Mallorca, a la que espera viajar algún día. Desde hace cuatro años da clases de judeoespañol en la universidad, y aunque su uso decaiga, está contento de que crezca el interés por la cultura sefardí.