Antoni Sureda explicó su experiencia en la playa de Ciutat Jardí | Pere Bota

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«Fue en la arena. Tomaba el sol con mi hermana y le dije que me iba a nadar. Me fi corriendo al agua e hice una voltereta. Un mortal, como hacen muchos deportistas». Antoni Sureda tenía 27 años por aquel entonces. Pasaba el día en cala s’Amarador, en el parque natural de Mondragó. «No sé qué ocurrió porque las hacía ya de pequeño. No fui a pensar si la superficie estaba compacta o blanda, pudo ser cualquier error, no lo sé...», relata. Un accidente. Una mala caída. «Choqué de cabeza contra el fondo. Era arena limpia. Se aplastaron las cervicales seccionando la médula, que es lo más grave. Así fue».

Sureda forma parte de las estadísticas que dicen que un 6 % de las lesiones medulares son a causa de las zambullidas con riesgo. Pero tras cada cifra hay una historia, un momento que te cambia toda la vida. Con la suya intenta evitar que le suceda a alguien más porque está convencido, asegura, de que hay más casos que los conocemos. «Podía haber muerto en el agua. Los tetraplégicos ya no podemos salir por nuestro propio pie, ni nadando», prosigue. «Ni siquiera sabía lo que era un tetraplégico», recuerda ahora. «Te tienen que sacar porque sino falleces, se han dado casos».

Y justo en ese día comenzó una vida nueva como dependiente, en la que «te cambia todo».
Pese a todo se reconoce afortunado. Estuvo ocho meses hospitalizado y «con todo tipo de apoyo» y «una vez que se sale conocí Aspaym». Habla de la asociación sin ánimo de lucro cuya misión es promover y fomentar toda clase de acciones y actividades destinadas a mejorar la calidad de vida de las personas con lesión medular y gran discapacidad física. «Allí recibí apoyo psicológico», aunque en su caso advierte que no lo necesitó gracias al apoyo de sus familiares y amigos. Sin embargo estas medidas de ayuda son necesarias, incide, porque «hay gente que no lo supera» y en cualquier caso, se vive otro tipo de vida.

Antoni Sureda va a la playa con asistente personal, gracias a un programa de la asociación. Explica que cada vez tienen más posibilidades pero que la ayuda llega con cuenta gotas. «Se mejora pero nunca es suficiente», señala. Y si bien desde las administraciones se han abierto muchas puertas, ahora pide ayuda a la sociedad que «a veces es muy egoísta». ¿Un ejemplo? «Cuando hay una plaza para alguien con movilidad reducida no debe ocuparla otro coche sin identificación que camina perfectamente», dice.

Aspaym tendrá entre 300 y 400 socios en Balears. Como cada año, han iniciado una campaña de prevención de lesiones medulares por una mala zambullida. Como se recordará hace apenas una semana, en playa de Muro, un padre de 38 años sufrió una al saltar de un pantalán de madera, cuando estaba con su hijo.