Carla Andrade y Miquel Obrador.

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Carla Andrade atiende a este medio por teléfono desde un parque infantil de Palma, donde exprime las pocas horas que le quedan para estar con sus dos hijos, de dos años y 11 meses. Poco antes de las cinco de la mañana se levantará para ir al aeropuerto y cogerá un avión, como hace cada día de lunes a viernes, para volar hasta Ibiza, y llegar en bus al CEIP Cas Serres, a 10 minutos de la terminal. Esta es la única opción que tenía si quería mantener su plaza docente, seguir viendo a su marido y a sus hijos diariamente y evitar más gastos alquilando un piso.

«Este curso hay que aguantar sí o sí, porque tengo que acabar las prácticas para ser funcionaria de carrera», explica Andrade, que el curso pasado ya pasó por la misma situación que ahora. Lo que iban a ser dos semanas de substitución como interina en el CEIP Santa Eulària, algo que vio asumible, se convirtió en un curso completo. «No me quejo, lo acepté, aunque fue muy duro», confiesa. La pésima conexión entre esta localidad y el aeropuerto, además, le obligaban a alquilar un coche cada semana. Esta situación fue «una motivación para sacarme las oposiciones, lo que no me podía ni imaginar es que me pasaría otra vez este curso», afirma la maestra, que aprobó los exámenes en verano.

Andrade forma parte del casi centenar de opositores que este año han sido desplazados a otra isla, principalmente Ibiza, por el hecho de que los interinos estabilizados en Mallorca han podido elegir centro educativo antes que ellos. «Sólo quedaron 32 plazas y habíamos aprobado más de 100; por mi nota contaba con poder quedarme», asegura.

Hasta el 11 de octubre tiene un horario de lunes a jueves porque está en periodo de lactancia, pero luego tendrá que viajar cada día. No se plantea una reducción de jornada, como ha hecho otra compañera desplazada, porque tiene que afrontar la hipoteca del piso en Palma. Paga entre 300 y 400 euros al mes en vuelos, más caros en temporada alta. Un alquiler en Ibiza ronda los 700 y los 800 euros. «Mi marido trabaja en Mallorca y tenemos la ayuda de mi hermano, de mis padres y suegros, sin ellos sería impensable. Si alguien se tiene que sacrificar, soy yo», señala. También lamenta que en el control de seguridad de Ibiza cada día le paran por llevar leche que se saca durante el día para darle a su hijo. «No me creen, pero la Guardia Civil de Palma me confirmó que sí puedo pasarla», asevera.

El caso de Andrade es extremo, pero la insularidad ha trastocado los planes de vida de muchos otros docentes. «Si me dicen que tengo que estar un curso más, bueno, pero si en total tienen que ser tres, me plantearía si renunciar. Una parte me dice que aguante, porque la plaza es para siempre, pero la otra me recuerda que no quiero que ciertas personas desinteresadas por nuestra situación dirijan mi vida», reflexiona Miquel Obrador, de 37 años, que trabajó en la concertada seis años y otros dos como interino en la pública antes de sacarse este verano las oposiciones.

«Soy una persona muy positiva, pero veo muy negro que en el concurso de traslado podamos optar a Mallorca, hay muy pocas plazas tras las estabilizaciones», lamenta el maestro, que trabaja en Sant Antoni de Portmany.

«Ojalá en la Conselleria se esfuercen por encontrar una solución, no puede ser tan difícil, pero dan señales», critica. También lamenta estar lejos de su pareja, que trabaja en Mallorca, y de su familias. «Mi hermana ha tenido un hijo; sí, lo veré, pero es algo que me pierdo».