Muchas personas sufren dolores de cabeza por los cambios de tiempo. | @ Drazen Zigic

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Más de la mitad de la población se ve afectada por los cambios de tiempo, es lo que se conoce como respuestas meteorosensibles o meteorotrópicas. Esa es la conclusión a la que llegan diferentes estudios, que han sido analizados por el especialista en Salud Pública y Medicina Preventiva, Joan Carles March. Se trata de datos que tienen un impacto directo en gran parte de los ciudadanos. Dolores de cabeza, de articulaciones, sensación de cansancio o apatía son sólo algunos ejemplos.

«La climatología tiene efectos colaterales en diversos ámbitos de la vida humana, incluido el cuerpo y su funcionamiento. Por ejemplo, es cierto que hay mayor cantidad de infecciones respiratorias en invierno, mientras que en verano se incrementan los casos de deshidratación. Esto, que parece obvio, en realidad responde a los cambios de tiempo que modifican el ecosistema», expone March. En otros casos, agrava las patologías que ya tienen algunas personas, como ocurre con las enfermedades reumáticas. «El dolor en las rodillas ante el cambio de tiempo es un sufrimiento clásico, sobre todo en personas mayores. Además, si aumentan el frío del ambiente o la humedad, las personas con artrosis y artritis suelen pasarlo peor», añade. Esto se debe a la presión atmosférica, es decir, la fuerza que ejerce el aire sobre un punto de la atmósfera. «Esta presión externa afecta la presión interna del cuerpo, incluida la que podría medirse dentro de las articulaciones».

Salud mental

Entre los efectos más habituales motivados por los cambios de tiempo se encuentran los relacionados con el estado de ánimo, así es habitual «sentir tristeza y apatía en los días oscuros y lluviosos». En este punto, destaca que «la influencia de los cambios estacionales en el estado de ánimo tiene cada vez más evidencia científica». March precisa que afectan más a las personas que tienen problemas relacionados con la salud mental. «El paradigma de este vínculo entre una situación climática concreta y la salud mental sería el denominado trastorno depresivo mayor con patrón estacional, también denominado trastorno afectivo estacional».

En el caso de las personas con trastorno bipolar «se ha observado que el patrón estacional es especialmente frecuente, pudiendo afectar a una cuarta parte de los pacientes diagnosticados. En ellos, se repite la asociación entre aparición de episodios depresivos en otoño-invierno observada en la población general. En la otra cara de la moneda, se ha apreciado una mayor aparición de episodios de manía e hipomanía (euforia excesiva) en primavera-verano».

El citado especialista informa que «la luz solar es uno de los factores meteorológicos que más se han relacionado con la enfermedad mental. El vínculo entre temperaturas elevadas y aumento de las hospitalizaciones se extiende a prácticamente a todas las enfermedades mentales. La elevación de la temperatura ambiental se asocia especialmente con una mayor presencia de síntomas de ansiedad, estrés, depresión, irritabilidad… Algunos estudios apuntan a que las alteraciones en la termorregulación y en la respuesta neurológica al calor pueden afectar a la salud mental». En este punto, recuerda que «un estudio hecho en Madrid detectó que las olas de calor tenían un efecto negativo en la violencia de género: los feminicidios suben en un 40 % tres días después de su inicio».

Las mujeres y los mayores son más sensibles

En este punto, destaca que «la sensibilidad a los efectos del tiempo es mayor entre las mujeres y los grupos de edad avanzada. En el primer caso, puede entrar en juego un factor hormonal, motivo por el que cuando más les afectan los cambios de tiempo es durante la menstruación y la menopausia. En el segundo, se observa la mayor probabilidad de padecer ciertas patologías. Por lo tanto, sus síntomas puedan emporar ante los cambios de tiempo». Además, «se sabe que cada vez existen más evidencias científicas de que la temperatura, la humedad y los cambios de presión atmosférica afectan de forma relevante a los procesos del organismo humano y también pueden afectar, de alguna forma, a las personas que sufren determinadas enfermedades». Otro dato a destacar es que «en casos extremos, los efectos de los cambios de tiempo pueden sentirse hasta 48 horas antes de que realmente ocurran».

¿Qué factores influyen en la meteorosensibilidad?

La presión es uno de los factores que más influyen en la meteorosensibilidad. «Las variaciones de presión atmosférica (aumentos o descensos), la humedad relativa o la temperatura podrían influir en la percepción de los síntomas de la artritis. En cuanto a las migrañas, los cambios en la presión atmosférica podrían inducir o agravar este tipo de trastorno neurológico. En cuanto a nuestra salud mental, se han encontrado vínculos entre la presión barométrica y los ingresos hospitalarios internos por manías y alteraciones en el estado de ánimo». Por su parte, el viento puede producir efectos en nuestro cuerpo y agravar ciertos aspectos de la salud mental, como trastornos afectivos estacionales o, incluso, incrementar el riesgo de suicidio.

El calor podría ocasionar «efectos graves en nuestra salud, que se pueden manifestar como calambres, agotamiento, insolación o hipertermia. También se produce estrés térmico, deshidratación o un empeoramiento de enfermedades cardiovasculares, respiratorias, renales o trastornos electrolíticos. En el caso de la salud mental, las altas temperaturas también pueden agravar la irritabilidad, la agresividad y cambios en el estado de ánimo. Varios estudios demuestran que la criminalidad aumenta en episodios de olas de calor».

Además, «los investigadores han descubierto que los altos niveles de contaminación del aire pueden dañar las capacidades cognitivas de los niños, aumentar el riesgo de deterioro cognitivo en los adultos, producir más agresividad y posiblemente incluso contribuir a la depresión».

No todos los efectos son negativos y el sol puede aportar beneficios notables, siempre que se tome con moderación y evitando las horas centrales del día. Así, «la exposición a la luz solar representa más del 90 % de las necesidades de vitamina D de la mayoría de las personas. La luz solar puede proporcionar un efecto protector significativo para la osteoporosis, las enfermedades cardiovasculares, respiratorias, inflamatorias y la diabetes. La serotonina, por su lado, regula las emociones, el sueño, el apetito, el ritmo cardíaco, la temperatura corporal o el apetito sexual».