Saloua Sfar, restauradora y galerista.

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Saloua Sfar es francesa-tunecina. Llegó a Palma hace 15 años, de vacaciones, y por muchas razones se quedó a vivir aquí. ¿Que qué razones fueron esas…? «Entre otras -dice-, la calidad de vida, la temperatura agradable a lo largo del año, el sol… Que la montaña, el campo y el mar lo tienes a un paso, la hospitalidad de la gente, las buenas comunicaciones que hay con puntos de Europa…»

Hablamos con ella en la galería, o mejor -aclara- centro cultural que, como quien dice, acaba de abrir en la calle General Ricardo Ortega, la calle que Hila dejó a medio remodelar, y que su sucesor en la alcaldía, Jaime Martínez, pretende arreglar… Siempre y cuando haya dinero, por lo que los vecinos están muy al tanto del pleno del mes de noviembre, cuando posiblemente se aprueben los presupuestos, por ver si el de la remodelación de la calle figura en ellos. Porque de lo contrario se puede liar una de muy gorda a nivel vecinal, puesto que esa parte de calle no remodelada deja mucho que desear en cuanto a infraestructuras y salud de quienes viven en ella.

Y viendo cómo está calle, en la que caminar por sus aceras es un riesgo dado el mal estado en que se encuentran, y ya no hablemos de los árboles, a punto de caerse, o de lo imposible que es aparcar en ella, va y abre un centro cultural para exposiciones de Arte y veladas de Jazz, Magia y Pintura, como la que presentó anoche…
Lo he hecho, precisamente, para revalorizar esta calle y sus alrededores. Es el segundo negocio que abro en Palma. El primero fue un restaurante franco-tunecino, que abrí hace 12 años en el barrio de Santa Catalina, en una calle en la que no hay otro negocio salvo el mío, que me funciona muy bien, y que está pensado para la gente que vive aquí, en la ciudad, en la isla, ya que en los meses de verano cierro…

¿Por qué eligió esta calle, y más viendo como está de mal, para abrir el centro cultural?
Porque vivo en ella, porque me gusta, porque está cerca de las Avenidas y porque de un tiempo a esta parte se escuchan en ella otras voces debido a la gente que ha venido a vivir…

Convénzanos con un plato para que vayamos a su restaurante…
El couscous royale, o el de pescado, concretamente de denton. Todo con productos de aquí.

¿Cómo ve Palma ahora, 15 años después de haberla conocido? ¿Ha evolucionado, se ha estancado...?
¿Sinceramente…? Pienso que Palma ha bajado en algunos aspectos, todo porque no la cuidan. Porque es increíble la cantidad de grafitis que hay en las paredes de la ciudad…Cada vez más. Igual que las esculturas de paseos y parques, que además de haber sido vandalizadas con pinturas, están sucias. Y ya ni le cuento de como están algunas calles. Basta, si no, ver como está esta, con las aceras intransitables. Y en Santa Catalina, donde suelo pasar algunas horas del día atendiendo a mi restaurante, hay mucha suciedad, y por las noches poca iluminación. Y en cuanto al verano, demasiada gente, ¿no? Demasiados coches de alquiler circulando por nuestras carreteras. Ya está que vivimos del turismo, pero tendría que moderarse un poco, organizarse mejor.

¿Usted, a todo eso, lo nota en verano?
Lo veo, pues, como le he dicho, en verano cierro el restaurante, ya que solo cocino para gente de aquí, residentes incluidos. Pero que la ciudad se satura en verano lo ves a nada que paseas, sobre todo por las calles del centro.

Volvamos a su centro cultural, el Muse, que acaba de abrir. ¿Solo para exposiciones?
Para exposiciones, música, magia, presentaciones... Ayer organicé un evento en que había de todo eso, y la gente asistió.

¿Pagando?
Sí, claro. Pagando. Por el evento en sí y por el bufé y la bebida que se sirvió a lo largo del mismo.

¿Qué tipo de personas ven las exposiciones que hace en Muse?
Pues como tengo una lista de posibles compradores, aviso a los que creo que pueden estar interesados en las obras que se van a exponer. Porque el galerista no solo ha de alquilar las paredes de la sala de exposición, sino que, además, debe de contar con una clientela entre la que mover las obras que se cuelgan en sus paredes.

Según vimos el día de la presentación, acudió mucho extranjero residente…
Sí. Es gente que conozco… Y entre ella estaban los cónsules de Francia y de Holanda, que fueron los que cortaron la cinta….

¿Por qué no invitó al alcalde de Palma…?
Le invité, pues no cada día un particular abre un centro cultural. El cuatro de agosto intenté una primera cita con él, para contarle lo que pensaba hacer, pero no tuve contestación. El 3 de septiembre le invité a que viniera a la inauguración del Muse. Mi intención, además de mostrarle el centro, era que cortara la cinta. Pero no vino. Al día siguiente su secretaria llamó, excusando su ausencia y proponiéndome que haría una visita en fecha próxima. Le contesté que de acuerdo, que encantada… Pero hasta hoy no ha pasado nada.

¿Y qué piensa…?
Bueno… Creo que él ha perdido la oportunidad de conocer un nuevo centro cultural, ver cómo funciona, ver la gente que vino y no cortar la cinta. Por lo demás, todo salió como había previsto.

Muse aparte, tenemos entendido que en los tiempos de COVID usted colaboró con Tardor, aportando comida y bolsas higiénicas…
Sí, es cierto, Y es que cuando salía de casa, camino de Avenidas, veía que la cola de gente que esperaba la comida en Tardor era tan larga, que daba la vuelta a la manzana. Viendo eso, hablé con Toni y Carlos, responsables de dicho comedor y les propuse ayudarles con comida, que hacía en mi restaurante, y con bolsas con productos higiénicos para que los utilizaran. Y es que nos hemos ayudar los unos a los otros, y más en tiempos tan difíciles como fueron aquellos.

Usted también pertenece a los Rotary, ¿no?
Sí, pertenezco al Rotary Calvià Internacional. A través de este, en dos ocasiones, organicé otras tantas cenas de Navidad para niños necesitados. Para ello, conté con la colaboración de cinco chefs estrella Michelin, que junto con los niños prepararon las cenas. Ambas se celebraron en el colegio La Salle. A la primera asistieron 500 niños, y la segunda, 600. Además de preparar la cena al lado de grandes cocineros, tuvieron talleres de pintura, música… Y se llevaron a casa muchos regalos. Y es que la sonrisa de un niño no tiene precio.