Paqui Sánchez, en el gimnasio de Son Güells, donde ejercita con su fisioterapeuta Carlos Greño. | Teresa Ayuga

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Puede pasarle a cualquier persona, sin importar edad, sexo ni condición social. El ictus aparece de repente y, a veces, cambia drásticamente la vida de quien lo padece y de su entorno. No solo puede ocasionar la muerte, sino que sus secuelas, según la gravedad del episodio, convierten en misión imposible actividades tan básicas como caminar, ver, leer o hablar. Este domingo, Día Mundial del Ictus, la mallorquina Paqui Sánchez Bueno (Palma, 1973) expone cómo un día hace dos años le cambió la vida, todo para conseguir una concienciación social crucial, no solo para la prevención de futuros afectados, sino para reclamar más recursos a quienes padecen sus consecuencias.

«Yo lo reconozco, antes de que me pasara, oía lo del ictus, pero no sabía qué era ni lo que conllevaba», confiesa. Cuando aparecieron los primeros síntomas -un dolor de cabeza «terrible», hormigueo en el brazo izquierdo y pérdida de visión en un ojo- les restó importancia, hasta que, una semana después, su hermana Lidia la acompañó al hospital. Pero, al llegar y tratar de bajarse del coche, las piernas no le respondían. No podía moverse y acabó desmayándose al entrar en el centro hospitalario. Despertó el día de su cumpleaños, un 22 de junio de 2021, en la UCI, tras 15 días en coma.

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Paqui tiene muy presentes a su hermana Lidia y a su hija Yvonne en la habitación de la residencia, decorada con fotografías de sus familiares. Foto: T. Ayuga.

El ictus es la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres en España. Se calcula que una de cada seis personas sufrirá uno a lo largo de su vida. El cerebro pierde flujo de sangre y durante cada minuto mueren millones de neuronas y, con ellas, millones de conexiones neuronales. El tiempo, aquí, más que nunca, insisten los expertos, salva vidas.

Paqui sobrevivió, pero perdió la movilidad en la pierna y el brazo izquierdos. Ella, que disfrutaba de bailar zumba y de las manualidades, se vio de repente postrada en una silla de ruedas, agradecida de seguir viva, pero con extremas dificultades para afrontar el día a día. Tras varios meses ingresada, la mandaron a casa. Allí la esperaban su hija, Yvonne, de 18 años, y su perro Ariel. No contaba con medios ni con la ayuda para cuidar al completo de ella. «No tenía grúa y me tenía que tirar a peso de la silla a la cama; me levantaba, como podía, haciendo 'volquete', no me podía mover por la casa...Era insostenible. Con las secuelas, si no tienes el dinero suficiente es todavía más imposible vivir. La sanidad pública es fundamental». Por fortuna, pudo ingresar en Sant Joan de Déu, donde, además, recibía rehabilitación, pero cuatro meses después la volvieron a enviar a casa. La pesadilla continuaba.

Son Güells

Desde junio del año pasado, Paqui ha conseguido plaza en la residencia pública de Son Güells. Con la ayuda de su querido fisioterapeuta Carlos Greño, Paqui ha podido levantarse de la silla, mantener el equilibrio y caminar, apoyada en el bastón. Gracias a ello, ha logrado ponerse de pie y poder dar así un beso en la mejilla a María Luisa, una de las residentes y de las muchas amistades que ha trabado Paqui en el centro, en silla de ruedas. «Puede parecer una tontería, pero me emocionó ser capaz de levantarme para dar un beso», reconoce.

El centro brinda atención multidisciplinar a unas cuarenta personas con enfermedades neurodegenerativas, que residen allí de forma permanente, porque, como Paqui, no pueden vivir por su cuenta en casa. Es la única residencia de Baleares dedicada al cuidado y la mejora de la autonomía de pacientes jóvenes. «Nos faltan muchas plazas, necesitamos muchas más. La gente que tiene accidentes, enfermedades y tiene estas necesidades se ven desamparadas cuando salen del hospital. No todo el mundo tiene un familiar que se puede volcar 100 % en sus cuidados», remarca Sira Fiz, gerente de Fundació d'Atenció i Suport a la Dependència, que gestiona la residencia, de la que fue su directora hasta hace un mes.

Siendo zurda, Paqui no recuperará la movilidad del brazo ni de la mano izquierdas, aunque está aprendiendo a colorear con la derecha. Las amistades que ha hecho, los cuidados que recibe y estos dibujos representan una buena muestra de superación y de la importancia de los servicios que brindan centros como la Residencia Son Güells. «El ictus te cambia la vida, pero aún falta mucha concienciación entre la sociedad», recuerda Paqui.

El apunte

Hábitos saludables

Aunque ciertas personas puedan estar predispuestas genéticamente a sufrir un ictus, el sedentarismo, la mala alimentación o el tabaquismo suman probabilidades. Para evitar ganar papeletas, es importante mantener hábitos saludables como una alimentación variada, tener un estilo de vida activo, hacer deporte, dormir bien y evitar el estrés.