Rosana Morillo, secretaria de Estado de Turismo. | Jaume Morey

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Su experiencia en Baleares le sirvió para llegar a la Secretaría de Estado de Turismo con la mejor preparación posible para el cargo, asegura. «Venía de la Champions». Destaca sobre todo que le ha servido para poder aplicar la «sensibilidad territorial» que las comunidades autónomas suelen echar en falta al interlocutar con el Gobierno central. Rosana Morillo no ha abandonado el discurso sobre decrecimiento turístico que abanderó en el anterior Govern, aunque lo haya amartillado con una perspectiva más amplia, tanto de orden estatal como internacional.

Otro año de récord y camino a los 17 millones de turistas en Balears. Mantiene el mensaje de que hay que parar de crecer, pero parece que no se consigue.
Hay que crecer o dejar de hacerlo dependiendo de cada territorio. Sería conveniente que cada territorio evaluara su capacidad de carga y se ajustaran las plazas de alojamiento y todas las infraestructuras para dar mejor servicio a turista y residente, que tienen que compartir los mismos servicios: seguridad, movilidad, sanidad, etc. Hay que dimensionarse para ello.

Sin evaluación previa, en base a su experiencia y a ojo de buen cubero: Baleares ya está excediendo su capacidad de carga?
El Govern anterior del que yo formaba parte impulsó la ley de circularidad del turismo y la moratoria de crecimiento mientras no se evaluara para cada isla la capacidad de carga óptima. Esa es la tarea que aún está pendiente y que debería hacerse en todos los territorios de España.

¿Le preocupan las recetas que pueda aplicar Prohens?
Todavía estamos un poco a la espera. He leído declaraciones e intenciones, pero habrá que ver cómo se materializan en una futura ley de turismo. Por ahora no hay datos suficientes para valorar la estrategia que va a seguir en turismo el Govern actual.

Oposición y demás críticos del anterior Govern les afean que, en realidad, en esos ocho años –pandemia al margen– el volumen de turistas no paró de crecer.
El tema era parar para repensar el modelo. Si tú no paras y sigues creciendo, es posible que cuando quieras repensar tu modelo ya no puedas recular porque has crecido demasiado. Todo parece indicar que Balears tiene una capacidad de alojamiento y de volumen de turistas que, si no ha traspasado ya el límite, al menos lo está rozando. Paremos y repensemos para seguir siendo líderes. Esto va de tener una actividad económica sostenible durante los próximos años.

Es clara: hay que poner tope.
Hay que poner tope, eso está claro. ¿Cuál es ese tope? Pues para determinarlo hay que ser rigurosos, colaborar con los académicos, con el sector privado, con fundaciones como Impulsa y ver cuál es esa capacidad de carga óptima para cada una de las islas, porque cada territorio tiene una capacidad diferente.

En su cargo actual está en contacto directo con homólogos europeos de destinos también saturados. ¿Están en la misma página?
Sí, porque hay problemas compartidos, como la concienciación medioambiental y patrimonial. También tenemos en común la lucha contra la oferta ilegal, que es un fenómeno que se repite en todos los destinos de éxito y se acentúa en cascos históricos de ciudades muy visitadas. Y en tercer lugar está el encontrar el equilibrio entre turista y residente, porque ninguna de las administraciones públicas quiere que sus residentes abandonen esos cascos antiguos y la ciudad sufra una despoblación debido a la llegada masiva de turistas.

¿Hacen falta más medios para luchar contra esta oferta ilegal?
Hay que encontrar la mejor estrategia y que además sea combinada. Primero está la regulación de las plataformas, vehículos de comercialización de la oferta turística, legal y a veces ilegal. Desde la UE tenemos que poner en marcha iniciativas como el reglamento del intercambio de datos para plataformas de alquiler de corta duración, que esperamos que se apruebe durante nuestra presidencia. Ya estamos en las fases finales.

¿Por qué es importante?
Ahora mismo hay anuncios en que los que tú no sabes cuál es la dirección exacta de ese inmueble, por lo que es muy difícil mandar allí a un inspector. Poseer esos datos será valiosísimo. Por otro lado, la estrategia de inspección tiene que modernizarse. A nosotros nos pilló la pandemia al inicio de la legislatura y no pudimos poner en marcha muchas iniciativas que iban por este camino. Las administraciones públicas tenemos que transformarnos igual que lo ha hecho el mercado.

El actual Govern ya les ha cambiado el nombre el decreto contra el turismo de excesos porque estigmatiza.
Cuando se aprobó ese decreto en 2020 estaba ya muy medido; ya en su día se fue a máximos. Creo que el nombre es contundente y lo que realmente demuestra es que ese es el turismo contra el que quieres luchar: no es una zona, sino un tipo de turista y unas actitudes concretas.

También se eliminará la zonificación.
Las restricciones que se impusieron vinieron con una justificación detrás: de números de atenciones sanitarias, de incidentes, de intervenciones policiales... La elección de esas zonas no fue un capricho y se hizo de la mano de los ayuntamientos: hubo un razonamiento y un consenso detrás. Es cierto que en estas zonas se nota mejoría, pero ese decreto tenía una vigencia de cinco años para ver sus efectos en toda su extensión. A causa de la pandemia, ha tenido menos recorrido para medir dichos efectos.

¿Peligra el descuento de residentes?
No peligra. El Gobierno de España no tiene ninguna intención de eliminarlo o reducirlo.

Pero llegan fechas como las navideñas y las aerolíneas disparan precios, por lo que el efecto del descuento queda en mínimos.
Me consta que hay una vigilancia constante de la Secretaría de Estado de Transportes sobre eso y también están en contacto con la patronal de aerolíneas y con las asociaciones de consumidores.

¿Se demoniza injustamente al alquiler turístico centrando las culpas de la saturación?
No hay estigmatización a ninguna oferta que sea legal. Nunca hablamos de oferta ilegal de hoteles porque es mucho más difícil controlar este modelo de negocio más pequeño.

¿Se puede canjear turismo de calidad por turismo ‘low cost'?
Es posible. Este segmento de lujo necesita menos plazas, ya que precisa de más espacio para todos esos servicios adicionales, lo cual también te permite contratar más personal con un salario mayor. Todo indica que este tipo de negocio interesa al territorio para ser más sostenible: menos plazas, mayor salario y un cliente que deja más dinero en destino. Por otro lado, este año no encontrarás ningún empresario que se pueda quejar de la tarifa media que ha tenido.