Aina Socies Fiol es la coordinadora de la Associació de Varietats Locals de Baleares que, con 21 años de historia, surgió impulsada por técnicos, payeses y y otras personas de diferentes perfiles que «encontrábamos interesante recuperar variantes propias de las Islas que estaban desapareciendo con el paso de los años y que queríamos mantener vivas», explica. «Desde su inicio quedó ligada a una ayuda del Govern para promover la recuperación de las variedades con más riesgo de erosión genética. La primera lista de variedades propias la realizamos a partir de varias variedades en estudio, pero hay que decir que a día de hoy sigue faltando un estudio exhaustivo de las variedades que hay en Baleares y de su estado», dice Socies Fiol.
Recuerda que en el momento en el que surgió la asociación muchas variedades hortofrutícolas y de cereales ya habían desaparecido en el campo de Mallorca. «Existían en bancos de semillas pero fuera de las Islas. Uno de los ejemplos son las variedades de judías (pintada, negra y rosa) que ahora forman parte de nuestro catálogo. Aunque habían desaparecido durante años de los campos de Mallorca se conservaron en el banco de semillas de Madrid porque tuvimos la suerte de que en los años sesenta había venido un grupo de técnicos de Madrid a Mallorca y se las había llevado para preservar su conservación. Con las lechugas pasó algo parecido. Las pedimos al Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA)», dice la coordinadora de la asociación.
La experta recuerda que «una gran parte de las variedades hortícolas se habían mantenido gracias a un par de familias, hablamos de la familia Nicolau de Sant Joan y de la familia Ca na Justa de Porreres». «En el caso del trigo trece variedades que existían se encontraron en el Centro de Recursos Fitogenéticos y Agricultura Sostenible de Madrid. No todas sus variedades se han recuperado al cien por cien, pero algunas sí. Están en el mercado y funcionan», añade.
La coordinadora de la Associació de Varietats Locals relaciona el inicio del declive de la payesía con el boom del turismo en los años sesenta en Mallorca: «Mucha gente dejó de trabajar en el sector agrario. Hubo una pérdida de relevo generacional y con él una pérdida de variedades que desaparecieron. Eso pasó a la vez que entraba un modelo de agricultura más industrial y basado en producir grandes cantidades. Se abandona la agricultura familiar de diversidad de cultivo y se pasa a un monocultivo con variedades más productivas que desplazaron a las locales. Es lo que se conoce como ‘revolución verde'».
«Entre los años 60 y los 2000 se vivieron años de pérdidas de variedades. A partir de esa fecha, con la creación de nuestra asociación y de la red de semillas a nivel estatal surgen iniciativas de recuperación de semillas aquí y también en otras comunidades como Cataluña, País Vasco, Andalucía… Antes se había puesto el foco en la pérdida de biodiversidad silvestre, las plantas cultivadas fueron después», relata Aina Socies Fiol.
En opinión de la coordinadora de la asociación «queda mucho trabajo por hacer, pero se ha avanzado mucho para mejorar la situación, recuperar variedades y ponerlas en el mercado. Sabemos que somos un pequeño reducto del mundo agrario, pero vemos que hay más interés y actualmente tenemos más de trescientos socios. Hace diez años era una cidra impensable».
La asociación ofrece cursos formativos y funciona como un centro multiplicador de semillas de hortícolas y leguminosas. Comercializa semilla ecológica de variedad local a través de 37 tiendas físicas en Mallorca y una en Menorca y de su tienda digital. Tiene unas 90 variedades ecológicas en el catálogo. Como novedad este año su web informará de otros viveros en los que se pueden encontrar frutales de variedades locales no ecológicas .
Aunque es casi testimonial también hay demanda de semillas de variedades propias de Baleares fuera de las Islas. «El año pasado curiosamente nos pidieron garbanzo desde la Península, pero en los últimos años por la sequía hay poca semilla. También hemos tenido casos puntuales de viveristas y agricultores que piden semillas de pequeñas variedades como por ejemplo las coles. La mayoría de nuestros clientes son particulares. El reto es conseguir que los productores ecológicos siembren variedades locales porque cuesta que el agricultor profesional apueste por introducir según que variedades locales de hortalizas», lamenta Aina Socies.
La asociación realiza un importante esfuerzo de formación y de divulgación. Entre sus campañas destaca una serie de videos en su canal de youtube con cocineros y recetas con variedades propias de las Islas. Su coordinadora recomienda a los profesionales y particulares que apuesten por las variedades locales porque «son variedades más adaptadas a las condiciones ambientales de aquí. Se pueden sacar sus semillas y guardarlas o regalarlas para no depender de nadie externo». «La idea es ser autosuficiente y cerrar el círculo», añade.
Recuerda que «detrás de las semillas hay una memoria oral» y que «recuperamos una serie de conocimientos asociados que son muy interesantes para su pervivencia». «En nuestra web ponemos información de cuando se siembra, cuando se recolecta y los usos que tiene cada variedad, es importante para la gente que no conoce la variedad o el cultivo de esta especie. Son tan importantes los conocimientos como las semillas», concluye.
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