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Un cenorrio en el lujoso restaurante KaDeWe (la meca de los sibaritas, para quien rebusque en Internet) sirvió como colofón a la expedición balear de este año a la ITB. Con Santi Taura a los fogones y Llorenç Galmés como maestro de ceremonias, las Islas dejaron su sello en Berlín con la promoción de su gastronomía (por fin) ante más de 150 comensales, que aunque procedían mayoritariamente del sector turístico incluyeron algún outsider como el actor austriaco Julian Looman, de la serie de Netflix Mallorca Files. La soprano mallorquina Lorena Bonnín cerró el evento con una actuación que mandó a la cama a la mitad de la comitiva y de juerga berlinesa a la otra mitad, ya aplazando a la mañana siguiente posibles preocupaciones por la huelga de trenes. Se preveía que los parones se prolongaran entre este jueves y el viernes sin medias tintas ni servicios mínimos, así que las conversaciones del día antes giran en torno a la inevitabilidad de taxi o Uber para llegar al aeropuerto y poder regresar (por fin) al Archipiélago.

Los que ya se llevarán a buen seguro un mal recuerdo de los ferrocarriles berlineses son dos miembros de la delegación balear multados por el revisor por haber comprado billetes con descuento reservados para niños. «¿Y cómo quieren que se entienda si es todo un galimatías?». Las quejas sirven para un justo desahogo y poco más: nada que hacer contra el implacable panzer de la administración germánica, que responde a los planes del alcalde Jaime Martínez para incrementar las sanciones (por fin) a los turistas incívicos de Platja de Palma cobrándose a 60 eurazos los deslices mallorquines en el dispensador de billetes de tren. Esa es la diferencia entre la eficiencia alemana y el tanmateix què hem de fer.

Por lo demás, Berlín sigue siendo una ciudad muy hospitalaria, a excepción seguramente de unas calles cada vez peor iluminadas (de noche no se ve absolutamente nada; cuestión de ahorro energético, parece ser) y unos semáforos sin tintineo ni cuenta atrás que dejan en la estacada al peatón a medio camino del otro lado de la acera. Por lo menos, los turoperadores prometieron más alemanes para el invierno, justo lo que se andaba buscando. Aunque mientras en julio y agosto sigan llegando tres millones de personas, a esto no lo podremos llamar nunca desestacionalización.