El veterano periodista catalán posa para esta entrevista. | M. À. Cañellas

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El aforo se quedó pequeño este pasado viernes por la tarde para la conferencia en Palma de Joan Roura, periodista de Televisió de Catalunya y veterano de la información internacional especializado en Oriente Medio invitado a Mallorca por el Vicerectorat de Projecció Cultural i Universitat Oberta de la Universitat de les Illes Balears (UIB). Sus años en uno de los grandes avisperos del mundo no han echado a perder su mirada crítica y humana, a juzgar por la conversación con este periódico antes de su charla sobre los acontecimientos en la Franja de Gaza. «No es una guerra» anticipa, ve imposible acabar con Hamás, y vislumbra un necesario cambio de perspectiva occidental ante un mundo que se mueve.

¿Cómo vivió los hechos del 7 de octubre?
Estaba en Montenegro, no en Barcelona, cuando recibí las noticias en mi móvil. Miles de cohetes lanzados, mil milicianos atacando el muro mejor defendido y más tecnológico del mundo... Enseguida pensé 'se veía venir'. Lo que no vi venir es el nivel de represalia israelita. Esta crisis de Gaza no es una guerra. Tras el desescombro tal vez nos vayamos a cuarenta mil muertos, la inmensa mayoría civiles, muchos de ellos mujeres y niños. Cuando todo empezó los periodistas especializados daban por descontado unas quince mil muertes. La realidad lo supera con mucho. Las cifras no están claras, hay mucho debate y mucho que investigar. Creo que habrá sorpresas. Qué falló en la prevención y también en la respuesta. Lo cierto es que quedan en el aire más preguntas que certezas.

¿Acerca el Ramadán la liberación de rehenes y la tregua?
La destrucción en Gaza alcanza más del 80 %, esto no tiene precedentes. Lo tiene que decir un juez, no un periodista, pero todo apunta que se han producido crímenes de guerra en un país que cuenta con el apoyo incondicional de la superpotencia internacional, que es todavía Estados Unidos. El apoyo de Europa a Israel es aun más antiguo; recordemos que Francia les otorgó la tecnología necesaria para fabricar la bomba nuclear. La realidad siempre sorprende y supera las previsiones. Sin ir más lejos, el alto representante para la diplomacia en la Unión Europea, Josep Borrell, ha citado el uso del hambre como arma de guerra. Curiosamente las cifras de muertos que ofrece Hamás las dan por buenas Estados Unidos y Europa. Es durísimo y es muy difícil prever hacia dónde vamos.

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¿Qué valor concede al eventual reconocimiento del Estado palestino por parte de España?
Pedro Sánchez lo anunció pero su peso es relativo. No deja de ser presidente del Gobierno de un Estado mediano de la UE, y el club comunitario en este proceso ha perdido credibilidad. En materia internacional todo lo deciden Francia y Alemania. Puede que las palabras de Sánchez se trataran más bien de un globo sonda que lanza Bruselas. Mientras tanto, Estados Unidos envía ayuda desde el aire, y se aferra a la solución de los dos Estados, prevista por la legalidad internacional. Pero la última resolución data del año 1974. Van un poco tarde.

¿Qué se le puede achacar a la diplomacia occidental?
La falta de perspicacia política ha sido importante, pero no es la primera vez. Recuerdo por ejemplo 2003, antes de desatarse la guerra de Irak. No pensé que en Washington errarían tanto el análisis, y seguía pensándolo hasta que cayó la primera bomba. Ahora es más de lo mismo. Los poderes occidentales están abordando la crisis de forma obsoleta, repiten errores y posiblemente se acabe produciendo un cambio de enfoque global sobre el conflicto árabe israelí. Miren el posicionamiento de Sudáfrica, llevando a Israel ante la Corte Penal Internacional. Lula da Silva en Brasil, o la India, expresan distancias considerables con los posicionamientos tanto de europeos como estadounidenses. Existe un racismo atávico subyacente en la forma con que Occidente ha afrontado la realidad internacional. Un periodista [occidental] siempre dará más credibilidad a un señor trajeado que a otro con turbante. Basta con ver los viajes del secretario de Estado, Anthony Blinken, pidiendo menores bajas civiles, o las visitas al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, que tiene cero legitimidad entre la propia población. ¿Por qué? La inmensa mayoría lo considera colaborador de Israel. Los acuerdos de Oslo han traído peores condiciones de vida, y sus gestores han quedado desacreditados ante los ojos de la población palestina.

¿El cuestionamiento interno al primer ministro israelí opera a favor de la paz o de la guerra?
Benjamin Netanyahu puso su supervivencia pública al servicio de esta operación militar, pero no logrará su objetivo de aniquilar a Hamás como tampoco pudieron otros en su misma posición en el pasado. No simpatizo con islamistas, pero sus ideas ganan elecciones en esta zona del mundo. Ahora Netanyahu es un cadáver político. Ello no se interpone en que resulte muy difícil que en un futuro haya una mayoría suficiente que obligue la retirada de hasta 600.000 colonos de las zonas ocupadas de Cisjordania. Ellos nunca votarían a alguien que prometa esa retirada en su programa electoral. Cuesta anticipar un gobierno israelí que tolere un Estado palestino viable.

¿Veremos cronificar la guerra, o una intervención externa?
Hoy Israel ya posee el territorio del río hasta el mar, crecen los asentamientos y dominan la Franja de Gaza. ¿Y ahora qué? Hay zonas en las que impera el apartheid, esto es segregación de la población. Hay zonas de Israel en la que parte de la población se somete a un régimen militar, y el resto a un régimen democrático, más o menos asimilable al nuestro. No creo que veamos cascos azules sobre el terreno, a pesar de que alguien los pida. Ni sanciones internacionales contra Israel. Solo una gran presión popular podría motivar un cambio de óptica. En Sudáfrica el apartheid acabó cuando se empezaron a tomar enserio el boicot a las multinacionales.